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Siempre Hay Algo Más

La Creatividad Perversa En El Abuso Sexual Infantil

Jorge Garaventa

 

No podríamos decir que el Síndrome de Alienación Parental está en retirada pero si que su credibilidad ha sufrido un importante desaire cuando el rey de la cartelización de las patologías psíquicas, el DSM V lo ha desechado como entidad que valga la pena estandarizar. El veredicto fue tajante: no hay indicadores científicos suficientes como para aconsejar su inclusión en la nueva clasificación internacional de transtornos mentales, que de eso se trata el manual que la Asociación Americana de Psiquiatras estandariza cada 20 años con el auxilio de profesionales invitados, de todo el universo occidental.

El SAP enunciaba que en el marco de divorcios o separaciones conflictivas un niño era alienado por uno de los progenitores, generalmente la madre, para acusar al otro de violencia y o abuso sexual. Mas allá de otras medidas, lo aconsejado inmediato era la separación del niño del progenitor alienante y proceder, como casi siempre era la madre, a la inmediata reversión de la tenencia. No han sido pocos los casos judiciales cuyas sentencias y posteriores medidas de aplicación, se basaron en la presunción de la presencia de este cuadro de tan escasa cientificidad.

Una de las variantes de este recurso es lo que se conoció como la Co Construcción del relato. La postulación en este caso apuntaba a demostrar que el discurso por el cual el niño acusaba al padre de abuso sexual o violencia era una construcción conjunta de ese niño con su madre. Como se verá, ambos cuadros apuntan en un mismo sentido, descalificar la palabra del niño y su autonomía de sensaciones. Un observador experto difícilmente confunda la estructura discursiva de un niño que denuncia sus padeceres con un discurso supuestamente inculcado que tiene muy pocas chances de prosperar y casi ninguna de transitar. Es la decisión previa del adulto observador quien lo lleva a descalificar la contundencia de la palabra del niño o de la niña cuyo discurso, gestos y conductas concomitantes no dejan lugar a la desconfianza.

El niño que no puede decir, muestra conductualmente aquello que no logra llegar a la palabra. Es así que una angustia devastadora y una serie inconfundible de indicadores emocionales y comportamentales insisten en la denuncia del padecer.

Debido a que  en estos casos ni el SAP ni la Co Construcción van en auxilio de los detractores de la palabra de la niñez, la creatividad los ha llevado a reflotar un antiguo cuadro que viera la luz en 1951 y cuya trayectoria clínica y científica fue fugaz. Me refiero al Sindrome de Muchaussen por Poder, que asi se llama. Aquí la madre no sería una perversa conciente sino cuasi psicótica. Estaría fabricando con hechos y palabras las más variadas patologías en el niño, tanto que hasta podrían llevarlo a la muerte en los casos extremos. Entonces, todos aquellos indicadores y la angustia que los acompaña, ya no estarían hablando de abuso sexual infantil sino de una madre psíquicamente alterada capaz de producir la una prolífica sintomatología psico física en el niño. La desestructura materna va acompañada, no obstante, de una ocupación y preocupación tal que termina convenciendo a los médicos, psicólogos, o quienes fueren que intervengan, de la veracidad de la sintomatología infantil.

También en este caso, dicen los teorizadores, hay que separar al niño de su madre inmediatamente para preservar su salud psiquica y su vida.

El abuso sexual infantil, como bien plantea el Juez Carlos Rozanski, es uno de los delitos que pese a su actual visibilización aumenta su tasa de incidencia. Como claramente puede observarse, la creatividad al servicio de la impunidad, también.