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¿Cuál Violencia?

Sobre el Servicio Escolar Obligatorio

Jorge Garaventa

 

“Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado”.

Sarmiento, refiriéndose a los Indios en 1844

 

Dicen los modernos y fundamentados estudios sobre la niñez que hoy los niños están violentados desde el vamos por el estilo de vida que se les impone. Independientemente de las horas que le puedan o no dedicar al descanso, el grueso comienza su jornada al menos un par de horas antes de lo que su biología indicaría. La doble escolaridad también está lejos de ser aquello que el niño necesita para su desarrollo intelectual sano, y ni hablar del psico físico. Si analizamos la recreación pautada, no está ni cerca de lo que serían los modos de diversión que la niñez requiere.

La sociedad capitalista establece horarios y actividades para los más pequeños de forma tal que faciliten el libre funcionamiento de los mecanismos de plusvalía, absolutamente ajeno a aquello que se soñó en los 70 como el capital humanizado, y mucho menos, por supuesto de la acariciada revolución.

Se puede argumentar que tanto expertos como opinólogos en educación rara vez hacen hincapié en estas cosas y más vale se detienen en discursos culpabilizantes sobre paternidades, maternidades, los más retrógrados, o el sistema educativo mismo, los más modernos, pero  no cuestionan la estructura social, basada en el sometimiento a los medios de producción, generalmente multinacionalizada, y menos aún en que hasta los más osados planteos y las más generosas propuestas apuntan en el último de los casos, a suavizar el sistema, a hacerlo más digerible, en todo caso a lijarle las aristas, de forma tal que siga lastimando sin tanta ostentación.

Freud habló de la conformación del Superyó, una instancia psíquica pródiga de deber y culpa, y describió que su estructura cargaba las pilas en los discursos materno- paterno, que son el combustible que permite el desarrollo del niño. Decía también el descubridor del Inconciente que, puesto en marcha el superyó, ya no necesitaría la presencia represiva de los padres. El superyó habría cobrado independencia y sería el portador su propio sostén. Hablo desde un esquema muy básico. El desarrollo freudiano sobre el tema es bastante más complejo que la síntesis que nos viene bien a nuestro desarrollo.

Salvando las distancias, estructuralmente la sociedad capitalista opera de forma similar y son en general los propios sometidos a esa disciplina quienes portan el discurso de la opresión.

Los niños no son sujetos de producción pero sí el semillero, el futuro que garantice la continuidad. Por eso la ciencia oficial ha desatendido la queja piagetiana que denuncia que el primer movimiento que la institución escuela produce en el niño es la tala de su espontaneidad.

Quienes se salen del molde son el desatino. Al decir de la murga uruguaya Agarrate Catalina, son “el error de la sociedad, el plan perfecto que ha salido mal”.

Desarrollos interesantes en este sentido son los de Louis Althusser cuando estudia la escuela y los aparatos ideológicos del estado, y Alfredo Grande, apuntando más a develar los mecanismos sociales de sustentación, en sus teorizaciones sobre la sexualidad represora.

Estamos hablando de algo bastante más macro que la tarea docente o de los docentes, la cual se desarrolla apenas en las condiciones posibles. Hablamos de una cuestión difícil de resolver si decidimos acomodarnos en los repliegues del sistema.

Los cambios posibles en este sistema de producción tienen un techo. El problema es que incluso estamos lejos del techo.

Quienes poseen y ostentan poder instructivo siguen alimentando el cocodrilo.

Sabido es que el nazismo no es una ideología política sino un instrumento terrorista para eliminar al diferente, de la misma forma que hoy ya es doctrina jurisprudencial que la dictadura de Videla y sus sucesores fue una asociación ilícita que se apoderó del gobierno y del estado con el fin de imponer un plan económico al servicio de las multinacionales y para lo cual fue imprescindible la desaparición de miles de jóvenes en resistencia.

Con el pretexto de conmemorar la guerra de Malvinas, el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires organizó una actividad en la cual los oradores fueron confesos admiradores de Hitler y apologistas de la tiranía desaparecedora.

Esa actividad está lejos de ser una excepción, y mucho menos aún una equivocación.

Los niños de las escuelas primarias y secundarias de Capital Federal entonan por obligación en cada festejo, el himno en homenaje a Domingo Faustino Sarmiento, un asesino ni siquiera vergonzante, ideólogo del exterminio de indios y gauchos, que no vaciló en dejar escrito sus deseos de muerte a quienes no fueran de su prosapia.

Sin ponerse colorados, los defensores de semejante criminal arguyen que más allá de todo fue un eximio estadista y que en realidad nunca mató a nadie con sus manos.

Bien se sabe que para comprometer a la patota, el ex almirante Massera participó de los primeros secuestros. No así ex General Videla, que, se dice, no llegó a mancharse las manos con sangre enemiga. Andando los tiempos entonces, no sería de extrañar que alguien pudiera pensar en un himno a este militar que también decía soñar una Argentina grandiosa y moderna.

Se ha hablado mucho en estos días del despropósito del alcalde porteño, Mauricio Macri, en relación a los piropos y las groserías hacia las mujeres. Una carta que Sarmiento le enviara a su amigo Juan María Gutierrez, empalidece las palabras del empresario gobernante: al relatar un encuentro con Mariquita Sanchez de Thompson, el entonces presidente confiesa el grado de amistad y confianza con la señorita de la sociedad colonial…"(...) Nos hicimos amigos. Tanto que esta mañana solos, sentados en un sofá, hablando ella, mintiendo, ponderando con la gracia que sabe hacerlo, sentí...¡Vamos, a cualquiera le puede suceder otro tanto! Me sorprendí víctima triste de una erección, tan porfiada que estaba a punto de interrumpirla y violarla, no obstante sus sesenta años. Felizmente entró alguien y me salvó de tamaño atentado (...)"

He aquí la palabra de uno de los prohombres de la educación.

Estamos hablando de violencias, en todas sus formas y desde todos sus ángulos, aunque esto sea apenas una introducción.