Fundación San Javier
“Complejidades y problemáticas en las intervenciones sobre excesos, catástrofes y duelos”
Sábado 25 de Octubre de 2008
…Cuales Víctimas de Cromañón?
¿Los más de 200 muertos? ¿Los sobrevivientes? Los familiares? ¿Los amigos?
Lic. Jorge Garaventa*
La victima produce miedo y angustia inclusive en quienes deben tratar profesionalmente con ella, porque encierra peligrosidad
¿Qué es lo que la torna peligrosa? Ser una perdedora respecto del victimario, cuya existencia se descubre en la presencia de la victima
Hay profesionales que al reconocer esa propia debilidad exacerban la respuesta activa porque se sienten frágiles en determinado punto, el que conduce a sospechar de quien está posicionado/a en el lugar de quien perdió; entonces pueden proceder de modo desmesuradamente activo y de ese modo perder la pretensión de objetividad que ponemos en marcha cuando trabajamos .Lo cual conduce a proceder a destiempo y no en tiempo y forma.
Eva Giberti
La Víctima. Generalidades Introductorias
Revista de Victimología nº 20
Tal vez la gente de Fundación San Javier pueda exhibir más razones que su excesiva generosidad para que nuevamente, como desde el principio de este ciclo de Jornadas, me cuente entre sus invitados. No puedo entonces menos que hacer público mi profundo agradecimiento y el intento de responder con algunos embriones de pensamiento al convite, para pretender estar a la altura de las circunstancias.
El colectivo social suele ostentar una identificación culposa y efímera con las víctimas de masacres, tragedias y catástrofes, que emana del alivio de comprobar que han sido los otros y no los propios ni uno mismo quien ha sufrido el drama. La expresión que mas cabalmente expresa ese alivio es la consigna “todos somos”. Así, hemos visto desfilar que todos somos AMIA, desaparecidos, Víctimas de LAPA o Cromañón, para citar algunos de los hechos malditos de la sociedad argentina. Luego la sociedad se desentiende y la persistencia de la memoria de aquello antes reivindicado comienza a ser un quiste molesto, monumento de lo irresuelto a lo que ya no se quiere rendir tributo. La sociedad toda, y quienes ejercen el poder, de facto o electivamente, necesitan el mutis por el foro. Ya lloramos, nos lamentamos, nos pusimos el traje de las víctimas, reclamamos y ejercitamos nuestros mecanismos internos de culpa. Ahora necesitamos que los deudos despejen las calles y por respeto a sus muertos elaboren sus duelos en el campo de lo privado, en la intimidad. De lo contrario, habrá que recordarles el descuido y la desidia que los llevaron a perder a sus seres queridos…y la sociedad se vuelve entonces implacable.
Hablo de un aprendizaje desde el dolor extremo. Si bien venía de ricas intervenciones terapéuticas con victimas del terrorismo de estado, fundamentalmente ex desaparecidos e hijos de desaparecidos, la experiencia terapéutica con víctimas de la masacre de Cromañón contiene características especiales.
Cromañón le estalla en las manos al progresismo, es decir, a aquellos que solían ser vanguardia de los pedidos de justicia en situaciones similares. Y la respuesta no pudo ser más inadecuada. Este desencuentro tuvo sus efectos en la forma en que se diseñan las muertes en la psiquis de sobrevivientes, familiares y amigos de las víctimas, que no dejan de ser objeto de otras formas de victimización por parte de quienes estaban obligados a ejecutar mecanismos de contención primero y de reparación luego. Es en ese contexto de abandono y anomia que ocupan el espacio dejado vacío dejado por el estado, las más generosas formas de solidaridad terapéutica.
Desde nuestro “Proyecto Listas y Foros” convocamos a colegas que quisieran hacerse cargo de la asistencia terapéutica gratuita de afectados por la masacre. La respuesta fue masiva. En apenas 24 hs conformamos un equipo de casi 200 psicólogos y psiquiatras dispuestos a asumir el desafío…y así fue.
Aprendimos muchísimo. La demanda no fue ni masiva ni desesperada. El golpe parecía devastador pero el liderazgo natural de algunos familiares y sobrevivientes devino en formas de organización y agrupamiento con efectos de por si terapéuticos. Estos primeros movimientos fueron vitales para contener los riesgos ciertos de disgregación psíquica severa. Nos sumamos al movimiento y participamos activamente de todas y cada una de las actividades incluidas las marchas. No fuimos observadores participantes sino miembros plenos del movimiento. Trabajamos en nuestros consultorios con los mas diversos encuadres, pero no sólo. Cada uno de los espacios de organización devino territorio de contención para los otros y para nosotros. Sólo la implicación hacia posible el abordaje. Debimos renunciar a preconceptos y entender que era el mismo movimiento el que iba determinando nuestro espacio de trabajo. Supimos, una vez más, que la lucha cohesiona y que la cohesión es terapéutica.
Nuestra preocupación, hoy tan intensa como entonces, se centra en aquellos que no han participado del Movimiento Cromañón, fundamentalmente sobrevivientes que han visto con impotencia, morir a sus amigos, que no han procesado los efectos de su sobrevivencia y sobre todo que han encapsulado aquella noche en un compartimento psíquico. Ese es un campo minado en la sociedad dispuesto a estallar ante el más sutil estímulo.
Otra preocupación es sobre algunos familiares, tal vez los menos, que podrían contactarse con el vacío que va a significar el final del juicio, independientemente de los resultados. Sostenemos, no obstante, que para la mayoría las condenas ejemplares constituirían una reparación simbólica fundamental.
No podemos dejar de señalar que asistimos un tanto azorados a la desnaturalización científica y social del concepto de víctima, desnaturalización esta que se agudiza cada vez que, como en la masacre de Cromañón, se produce un entrecruzamiento entre la ciencia y la política u otros intereses sectoriales.
Hay una corriente de pensamiento, mas bien ligada a la hegemonía represora que pretende licuar el concepto asimilándolo a la pasividad, la comodidad, la irresponsabilidad y casi la desidia.
El acto terapéutico con estos pacientes, se funda en el reconocimiento del status de víctima de aquel que ha sufrido daño severo. Entender la situación originaria de inermidad es el paso fundamental para que a través del trabajo terapéutico pueda devenir- se en otra cosa. Una víctima es víctima porque el exceso de estímulos traumáticos, masivos y paralizantes no le ha permitido otra cosa en una situación de indefensión ya sea crónica o momentánea. Si el terapeuta obtura ese momento crucial de reconocimiento le está cerrando el camino de la reconstrucción psíquica. Lejos de ello deberá diseñar una intervención facilitadota.
Algunas corrientes psicológicas y psicoanalíticas parecieran padecer confusión, concluyendo en una conceptualización desvalorizante del concepto de víctima.
Sostengo que no hay tan confusión sino opción ideológica, de la misma manera que cuando se sinonimiza el concepto de responsabilidad, equiparándolo al de ser culpable de…pero claro, tal vez ese será tema de las 5as Jornadas de la Fundación San Javier. Muchas Gracias!!!
Buenos Aires, Octubre de 2008