La Tecl@ Eñe
Ideas,cultura y otras historias... Año VIII Número 36 - Septiembre - Octubre de
2009 - Buenos Aires - Argentina
07 septiembre 2009
Sociedad/
El cuerpo insiste
Por Jorge Garaventa
(para La Tecl@ Eñe)
La “democratización” de las trasmisiones de fútbol nos confronta con una
tendencia que ya se viene consolidando en otras cuestiones…todo en casa al
alcance de la mesa.
No es este un escrito que intente polemizar sobre el indelegable y necesario rol
del Estado de ponerle límites a las corporaciones empresariales ya que se sabe,
libertad de mercado, consumidor cautivo.
Es correcto que el estado intervenga para desarticular intereses que se acumulan
sectorialmente y los distribuya en función social, pero tan importante como esto
es recrear las condiciones para que la gente deje de apoltronarse en un autismo
lúdico y pueda volver a las canchas, los cines, los teatros…
La gripe porcina agudizó por un lado pero puso en evidencia por otro, la
existencia de un proceso de resguardo hogareño en preocupante crecimiento donde
apenas las actividades obligatorias actúan como factor de estímulo para
deambular las calles.
Se podría decir que estamos hablando de un fenómeno sectorial o de clase, pero
no exclusivamente. Hay pocos sectores donde el “autismo voluntario” y la caja de
herramientas que permiten disimular la soledad no se haya instalado de manera
significativa.
Hace años, muchos años, al menos 40, Dalmiro Sáenz escribía una hermosa obra de
teatro, “El Televisor”. El personaje principal se quejaba de la llegada de la
tecnología: “Perón sacó la gente a la calle y vino el televisor y la metió de
nuevo adentro”.
Esto que hoy suena hasta inocente fue, sin dudas, una paradoja sociológica de
época. Décadas después hablamos de individuos metidos dentro, pero de sí mismos.
Suena interesante hoy internarnos en los efectos que las nuevas tecnologías
diseñan en los comportamientos de niños y adolescentes, incluyendo esta cuestión
de que la adolescencia ha perdido los límites etarios aproximados que la
enmarcaban hace unas décadas y que se ha hecho flexible de forma tal que muchas
personas que otrora estarían inmersos en plena adultez, transitan hoy aún por
este controvertido período.
No desdeñamos la evidencia de que no pocos quedan al margen del desarrollo
tecnológico, y seguramente los efectos de esta exclusión podrán ser objeto de
otro escrito. Sólo agregamos que desde el comienzo de la democracia se han
diseñado planes para poner la tecnología al alcance de todos, mediante planes
comerciales y/o educativos, pero estamos lejos de que esa brecha haya podido ser
angostada de manera significativa.
Esta brecha a la que nos referimos no es obstáculo para intentar pensar que es
lo que ocurre con los niños, adolescentes y jóvenes que hacen uso y abuso de las
aplicaciones de la tecnología.
Nos pre- “ocupan”, entonces hoy, los efectos no deseados, depende por quién, de
esas herramientas que revolucionaron las comunicaciones y los espacios lúdicos.
Damos por sentado que quien se interna en estas líneas no cuestiona la evidente
y necesaria crisis positiva que esto produjo. Nada impide poner el eje en lo
paradójicamente aislante de una tecnología que prometió achicar las distancias
planetarias y termina distanciando las vecindades.
Hoy nos fraternizamos cotidianamente con aquel amigo en China, y chateamos con
quien se encuentra en otra habitación de la casa.
No es una escena extraña la de los amigos que corren separados hacia sus
domicilios para ponerse en red vía internet con aquellos a quienes acaba de
dejar.
Estas escenas, harto conocidas por todos, y que seguramente se pueden
multiplicar hasta el infinito en el anecdotario de cada quién, no habla
precisamente de la necesidad viscosa de mantenerse en contacto indiscriminado
con el semejante, sino justamente de lo contrario, la preferencia de lo virtual
para escatimar los cuerpos.
Si se habla de uso es inevitable interrogarnos sobre el abuso ya que el exceso
es un estigma de época.
Sostenemos no obstante que las tecnologías, las drogas, el alcohol y cualquier
otro conductor de impulsos o adicciones es precisamente eso, un mero conductor.
Si se busca el origen de “todos los males” en aquello que es un mero sostén, nos
regodeamos en la ignorancia de las causas y recreamos el espíritu “tatista”(*)
que nos lleva a prohibir el fútbol, combatir la nocturnidad, prohibir a los
jóvenes entrar en los videojuegos, criminalizar al adicto…y siguen las firmas.
La pulsión mientras tanto continuará su porfiado derrotero buscando otras formas
de expresión que siempre hallará en la vida porque es precisamente la vida lo
que finalmente no se puede prohibir…creo.
Lejos ando, por supuesto de glorificar los excesos o el uso de época que se le
pueden dar a los avances tecnológicos, sencillamente muestro el camino que me
parece erróneo.
Tratemos entonces de reflexionar acerca de cual es el anclaje psico sociológico
en el que se funda alguna sintomatología moderna derivada del uso estos
vehículos tecnológicos.
No se puede soslayar que la modernidad tiene precisamente un nudo con los
efectos de la dictadura. Se dice que hay que terminar con seguir
responsabilizando, casi 30 años después, de lo que ocurre hoy, a lo acontecido
en un “pequeño” período de 6 años. Al decir esto se obvia un mecanismo harto
conocido tanto en cuestiones psíquicas como sociales que es que aquello que no
ha sido procesado adecuadamente insiste en lo social, o en lo psíquico como
síntoma.. No se trata de hacer una transferencia epistemológica de la psicología
a la sociología, o viceversa, sino de reconocer el ineludible entramado entre lo
social y lo psíquico.
Efecto de dictadura entonces ha sido la ruptura de lazos sociales y sus
concomitancias conductuales que crearon nuevas tipologías, no en el estricto
sentido psiquiátrico y que hoy se regodean al amparo de nuevas tecnologías.
Los niños y adolescentes en mayor medida, y los adultos que acceden a Internet,
chat, juegos en red, redes sociales y otras formas comunicacionales suelen ser
población en riesgo de esta sintomatología psicosociológica.
Se necesitan actitudes pero por sobre todo políticas sociales inclusivas que
puedan pensar lo tecnológico y prever sus efectos no deseados. La escuela y la
familia son agentes ideales para revolucionar la revolución. Pero la palabra
inclusiva no está puesta al azar pues la fobia tecnológica es tan nociva como el
uso indebido.
Claro que si los organismos estatales se han visto aún hoy impotentes para
aplicar contundentemente una ley sobre educación sexual, como hacer para que no
asuste una intención que apunta a volver el cuerpo al cuerpo, colocando la
distancia y el aislamiento sólo como un inevitable que entonces sí necesita
determinados accesorios virtuales para estar con el otro pero con los cinco
sentidos en juegos de proximidades.
Decíamos hace un tiempo que la humanidad ha evolucionado raramente. Hoy nuestros
propios fluidos son peligrosos para el otro. Portamos armas que nos protegen del
afecto. Pero este insiste y a la larga no pretende rendirse ante ninguna
tecnología.
Tal vez con muchos CU.JU.CA abriríamos una interesante ventana. La Cumbre de
Juegos Callejeros funciona dos veces por año en las calles de Almagro,
organizada por la Casona de Humahuaca. Es un día de recreación de “aquellos”
juegos que alguna vez tuvieron cautivas a las pandillas. Es cierto que abunda el
entusiasmo nostálgico de adultos que recrean su niñez o adolescencia
generalmente trunca, pero no menos evidente es el entusiasmo de los niños y
niñas que se encuentran lanzados a un universo que desconocían y donde su cuerpo
es el protagonista porque… el cuerpo no se rinde aunque todo apunte a tenerlo
sitiado.
Septiembre de 2009
(*) Hugo Paulino Tato fue un censor de los productos culturales que tuvo su
reinado más floreciente en la última dictadura militar.