volver

 

 

Anhelo, Deseo, Necesidad

(de hijo)*

Jorge Garaventa

Anhelo, (Del lat. anhēlus): Deseo vehemente

Deseo, (Del lat. desidĭum): Movimiento afectivo hacia algo que se apetece/ Acción y efecto de desear/Impulso, excitación venérea

Necesidad, (Del lat. necessĭtas, -ātis): Impulso irresistible que hace que las causas obren infaliblemente en cierto sentido/ Aquello a lo cual es imposible sustraerse, faltar o resistir/Carencia de las cosas que son menester para la conservación de la vida/ Falta continuada de alimento que hace desfallecer/Especial riesgo o peligro que se padece, y en que se necesita pronto auxilio/Evacuación corporal de orina o excrementos.

Diccionario de la Real Academia Española

 

Al incursionar en la investigación de las prácticas sobre violencias contra la niñez, necesariamente se desbancan concepciones naturalizantes  acerca del deseo de hijo. Verdades de Perogrullo reclaman ser recordadas y reafirmadas. Tanto en la clínica como en la observación social, no se encuentran indicadores que permitan acercarse a conceptos tales como instinto materno o paterno. Mas bien se nos develan recorridos pulsionales de cada quien que advierten de una construcción en tránsito donde la posición ante el “deseo de hijo” es un punto de llegada, transformación y decodificación de aquello que empezó con la vida misma, asociado a la “necesidad”.

Eva Giberti ensaya una primera aproximación cuando dice que “...es posible distinguir entre apetito o necesidad de hijo destinado a satisfacer el vacío personal que puede sentir un adulto estéril, del deseo de hijo como aspecto conciente de la autoconciencia parental que apunta a acompañar a una criatura en su desarrollo, aceptando las diferencias que pudieran aparecer...”

El psicoanálisis ha dicho y tiene bastante para decir. Desde lo simple a lo más complejo intentaremos un recorrido donde la observación de las prácticas ocupa un lugar privilegiado. Si hablamos de las prácticas, hablamos de “singularidades”. ¿O también la singularidad es un mito  con pretensiones de naturalización?

La primera respuesta se desgrana con comodidad. Si estamos en el campo del psicoanálisis, hablamos de singularidad, pero forjada en atravesamientos diacrónicos y sincrónicos. Probablemente entonces, el mito es la singularidad, pero ella es, claramente, el eje de nuestro trabajo.

La pregunta sobre el deseo de hijo está en los albores del psicoanálisis, desde el momento mismo en que la disciplina se  decidió a desbancar la conciencia; a mostrar que no se es allí donde se piensa sino en las geografías ocultas del aparato psíquico. Se perdió el respeto, entonces, por lo obvio, por lo razonable. La verdad comenzó a ser hallada en la lógica de la sinrazón. Nada es como parece, sentenció la herejía que desplazando al libre albedrío nos develó sujetos sujetados.

Para la legalidad social que necesita establecer pautas de convivencia desde el derecho positivo, podría ser, aunque no necesariamente, que la maternidad, paternidad, descansen en el biológico encuentro entre un óvulo y un espermatozoide. El estatuto del inconciente está lejos de avalar porque sí estas premisas.

Momento de poner en claro, que al psicoanálisis no le compete la función de legislar la convivencia social sino en todo caso de trabajar en la esperanza de otra convivencia del sujeto consigo mismo.

“Deseo de hijo” intenta deshojar, desde el lenguaje cotidiano, esas metonimias que circulan incesantemente a partir de la primera experiencia de satisfacción. Deseo de hijo o de hija remiten a otras escenas deseantes que escapan a los bordes de este escrito.

El despliegue de este deseo no es ajeno a la forma en que se va tallando la subjetividad también en los hijos.

Para terminar de trazar el panorama conceptual que transitamos digamos que si hablamos de sujetos en análisis, hablamos de subjetividades en tránsito. (Podremos presuponer que la sociedad actual no garantiza demasiado la subjetividad de las subjetividades, pero a su vez podemos asegurar que un proceso analítico ponga en cuestión tantas cosas que en algún momento el analizante no sepa bien donde está parado).

Hablamos de deseo de hijo- necesidad de hijo como segmentos de la polaridad que nos interesa, pero no está demás mencionar que otros autores hacen un desglose más amplio aunque más específico que nuestro enfoque, a saber.

Jacques Lacan en  "Conferencia en Ginebra sobre el síntoma" dice:

"Sabemos muy bien en el análisis la importancia que tuvo para un sujeto, vale decir, aquello que en ese entonces no era absolutamente nada, la manera en que fue deseado. Hay gente que vive bajo el efecto, que durará largo tiempo en sus vidas, bajo el efecto del hecho de que uno de los dos padres - no preciso cual de ellos- no lo deseo. Este es verdaderamente el texto de nuestra experiencia cotidiana".

"Los padres modelan al sujeto en esa función que titulé como simbolismo. Lo que quiere decir, estrictamente, no que el niño sea el principio de un símbolo, sino que la manera en la que le ha sido instalado un modo de hablar, no puede sino llevar la marca del modo bajo el cual lo aceptaron los padres. Sé muy bien que esto presenta toda suerte de variaciones y de aventuras. Incluso un niño no deseado, en nombre de un no sé qué que surge de sus primeros bullicios, puede ser mejor acogido más tarde. Esto no impide que algo conserve la marca del hecho de que el deseo no existía antes de cierta fecha".

Va de suyo que sostenemos la clínica, o las prácticas como un espacio privilegiado de observación que luego podrá ser herramienta de confrontación con la teoría.

La sutura, ese inevitable abrochamiento, como gusta decir J.A. Miller, es garantía de trabajo de elaboración.

Algunas puntualizaciones, incluso psicoanalíticas ubican el interrogante de deseo de hijo a partir del desorden social que produjeron los cambios en las familias y las neo parentalidades. Esos desarrollos, aún sin saberlo, abrevan en el prejuicio de la naturalización del deseo de ser madre o padre, deseo cuyo modelo es el tan mentado y esclavizante instinto materno. Se presupone que todas y todos portan ese deseo. Su ausencia o no concreción habilita la búsqueda de frustraciones escondidas o encallamientos patológicos en la ruta de ese deseo.

Por el contrario, sostenemos que la interrogación amerita, independientemente de la identidad de género que cada quien porte. El viejo prejuicio social- científico sostiene la heterosexualidad como portadora natural del deseo de hijo.

Las corrientes psi que laboran en ese sentido se han ocupado, en consecuencia, de explicar las razones profundas que tendría un heterosexual para no desear la maternidad, a la vez que bucear en las oscuras redes del inconciente los motivos para que, quien no sea tributario de la heteronormatividad pueda portar el deseo de maternidad- paternidad que le sería ajeno en su esencialidad.

En algunos desarrollos de corte psicoanalíticos hemos leído que la mujer vive su femeneidad por vía del desarrollo de ese deseo, y por ende de una maternidad, ya sea real, simbólica o imaginaria. Estas corrientes no dan espacio a otro tipo de avatares. O hay deseo de hijo o no lo hay, y por ende su ausencia constituiría un rechazo a la femeneidad. Se observará aquí como el biologisismo y el naturalismo comandan dichas conclusiones. A riesgo de ser redundantes pero a favor de la claridad digamos que para este pensamiento lo que está en juego no es la presencia o ausencia del deseo materno de hijo sino su aceptación o rechazo.

La palabra rechazo tiene una inexorable contundencia, aún en psicoanálisis que debería poder cuestionarse.

Tal vez pretender  sinonimizar Deseo de hijo, con Deseo, en la mujer, es estirar demasiado el reino de lo especulativo. No podemos dejar de tener en cuenta la subjetividad de la época, a partir de lo cual  la ausencia, invisibilidad o rechazo del deseo de hijo dice algo, pero la conclusión no debería ser unívoca ni per se.

Somos tributarios en el desarrollo de nuestras prácticas y desarrollos posteriores, de las tópicas freudianas. Lejos de coincidir con Lacan en su afirmación de que la segunda tópica es una torpeza, una bolsa fofa donde se mezcla todo, creemos que no solo complementa y completa sino que es en la conflictiva de las tres instancias donde puede observarse, Freud elemental, los altos precios que ese pobre diablo, el Yo, paga para intentar vanamente la paz en el mundo y consigo mismo. El discurrir pulsional, por el contrario, grafica que la lucha comienza cada vez, que nunca cesa. ¿Debemos quedarnos parapetados en los escondites de las instancias psíquicas, o como decimos, y dice Luis Hornstein, habrá que atender la cuarta instancia freudiana, la realidad? Si nos asomamos allí, estar inmersos en una cultura judeo cristiana no ha de ser inocuo.

La polaridad aceptación- rechazo nutre sus raíces en los dominios del superyó. Pero hay destinos metafóricos y metonímicos diversos, y ahí es donde reaparece el tuteo con la singularidad de las observables en la práctica.

Eso no implica desconocer que los avatares del deseo de hijo compromete en la mujer cuestiones que hacen al ejercicio de la femeneidad, de la misma forma en que en el hombre no se juega en ese deseo en porvenir de la masculinidad.

Lacan dice en RSI: “Se podría decir que cualquier hombre que tenga el síntoma padre, que ilustra la padre versión, la versión padre, puede para los niños de los cuales no es el genitor sostener la función paterna.” Y agrega,  “un padre no tiene derecho al respeto si no hace de una mujer la causa de su deseo, pero no todo hombre cumplirá la función, puesto que no todos los hombres harán de una mujer la causa de su deseo”.

Con distintas formas de decirlo, Lacan y Freud ubican el deseo de hijo en el desemboque edípico.

Para Freud, tiene que ver con el fantasma edípico, es decir  el niño que la niña quisiera tener de su padre y que el niño quisiera darle a su madre, compensación a la “castración materna”, el deseo de hijo, es una mezcla de deseo biológico, deseo de amor, de transmisión, de lucha contra su propia muerte. O sea,  la mujer compensa su falta a través del niño.

Para Lacan, el niño es un posible objeto” a” para la mujer. Encontrará el tapón de ese “a” que será su hijo”.

Lacan concluye en una definición interesante acerca del deseo de hijo:” señala la necesidad de un deseo que no sea anónimo y que las funciones de la madre y del padre se juegan a partir de esta necesidad, de la madre en la medida en que sus cuidados llevan la marca de un interés particularizado, del padre en tanto que su nombre es el vector de una encarnación de la Ley en el deseo.”

Desde nuestra comprensión, cuando hablamos de Objeto “a”, referimos a un concepto utilizado por Lacan que remite a la noción del objeto de deseo inalcanzable, objeto metonímico u objeto causa del deseo. No pretendemos coincidencia en esta definición sino a contextualizar a que nos remite a nosotros el significante.

El Psicoanálisis no puede desentenderse de los discursos actuales que aportan en la conformación de subjetividades de época. Por eso acompañamos las reflexiones de Patricia Alkolombre cuando plantea que “es importante retomar las preguntas alrededor del deseo de hijo y las problemáticas que presenta el deseo de un hijo a cualquier precio. Siguiendo a Piera Aulagnier, podemos volver a preguntarnos: ¿qué deseo? ¿de qué hijo?”

Elina Carril se pregunta “cuál puede ser el lugar psíquico que un hijo ocupa para los varones y mujeres tradicionales, comparándolos a los que podríamos llamar… "innovadores". En ellos buscaré qué madre se construye - qué deseo de madre en contraposición a un modelo de actividad exclusiva- y qué deseo de padre se construye - en contraposición a un modelo de padre ausente y alejado de las prácticas de crianza.” Indudable entrecruzamiento entonces, entre Psicoanálisis y Género que complejiza y a su vez enriquece las miradas.

La perspectiva de género, ni adoptada universalmente ni vista con masiva simpatía, permitiría no obstante, al menos un repreguntarse sobre un cierto esquematismo que tampoco es de todo el psicoanálisis pero que circula: para la madre, aún sobre ocupada por las demandas socio- culturales- familiares actuales habría un resto que ubica al niño en una dimensión narcisista. Es en esa cadena narcisista donde el hijo queda a merced del estrago materno y será el “padre salvador”, en un segundo tiempo de su deseo que como mandatario de la castración pondrá al hijo a salvo…o rescatará a la mujer de las garras de la representación madre. En palabras de Elina Carril: “El psicoanálisis ha centrado sus hipótesis explicativas en la figura del padre, como aquel cuya tarea es separar al niño de su madre, instaurar la ley, prohibir el incesto y ofrecerse como un modelo de hombre que le permitirá el acceso a otras mujeres.”

Ese esquema, funcional y funcionable a determinadas épocas- culturas, hoy cruje ante la caída de las subjetividades clásicas y la aparición y sinceramiento de diversas formas de parentalidad y de su ejercicio.

Podríamos decir que, independizado de la normativa social el deseo se torna valiente y desnuda con crudeza su individualidad aunque referencie en otro cada vez menos necesario. Hablamos de la singularidad del sujeto deseante.

Michel Tort, psicoanalista y filósofo francés, nos tiene acostumbrados a sacudir el psicoanálisis desde el psicoanálisis. Ya en los setenta polemizó a través de sus tratados que intentaban develar los entrecruzamientos posibles entre la disciplina del inconciente y el materialismo histórico. Dichos intentos, bien se saben, sucumbieron en nuestro continente a las represiones no precisamente del aparato psíquico y en Europa a la férrea cerrazón de las entidades dueñas del saber oficial. No son las posibles conclusiones las que reivindicamos sino la posibilidad de profundizar el debate conceptual.  

Si bien podemos pensar su afirmación de que “hay que reinventar al psicoanálisis” como una exageración en medio de su entusiasta revisionismo, ello, no obstante nos permite poner la mirada en función “crítica” que, no obstante es parte esencial de la disciplina.

Tort, cuyos trabajos versan  principalmente sobre las relaciones entre el desarrollo teórico-clínico del psicoanálisis y las transformaciones históricas, ha dedicado sus últimas investigaciones a introducir lo que llama “el fin del dogma paterno”. Se trata de un examen crítico de las construcciones que realizan Freud y Lacan sobre la función del padre.

Pero no es esto lo que nos interesa sino la ubicación que hace del nacimiento y desarrollo del Psicoanálisis ubicándolo en el contexto de la cultura patriarcal, (patriarcado), dirá él, de cuya influencia es difícil que se haya librado.

Introduciremos una definición propia para ilustrar el horizonte conceptual que referimos: “Hablamos de Patriarcado refiriéndonos a un  ideario con consecuencias constantes en la vida cotidiana. Es ese sistema de pensamientos, ideas, normas, prejuicios y acciones varias que legitima para quien no ejerza un pensamiento crítico, la subordinación de la mujer, y por extensión los niños y las niñas al “natural” dominio de los hombres.” Natural y sutil son dos vocablos que colocan nuestra definición en su justo alcance.

Quienes adhieren a estas concepciones, nosotros lo hacemos parcialmente, sostienen que la concepción de la mujer, de la femeneidad y de su deseo de hijo están teñidas por la mirada del hombre diseñada en la cultura patriarcal. Desechan o cuestionan conceptualizaciones, algunas nodales, como la de “envidia del pene”, la equivalencia “pene- niño” o la renuncia al placer clitoridiano como la forma de acceso a la sexualidad “madura”

Freud, recordarán, cierra sus pensamientos sobre la sexualidad femenina refiriéndola como “el continente negro”.

El recorrido libidinal del deseo de hijo en el hombre, no necesariamente recala en el ejercicio de la función paterna y mucho menos en las prácticas paternas. Es más, el semblante de lo igualitario desemboca en un como si de responsabilidades compartidas entre padre- madre, pero en el grueso del imaginario masculino, tal vez vergonzante, son “generosas tareas de colaboración”. Aún no tenemos observaciones suficientes que nos permitan conjeturar válidamente sobre el ejercicio de otros modos de relación interparental y sus consecuentes ejercicios funcionales.

En la bibliografía psicoanalítica hay un gran escotoma en desarrollos sobre el deseo paterno, sus vicisitudes y algún anclaje en los intercambios de la realidad. Una disciplina que se sostiene precisamente por su coherencia conceptual y su capacidad de constante confrontación a sí misma, no ha mostrado el mismo vigor en estos temas.

Más allá de los iniciales planteos freudianos, algunos coqueteos de Pontalis y otros autores, en el resto hay ausencia incluso desde la pantalla de hablar mucho.  Contemporáneamente se acentúa la ausencia y algunas de las consecuencias sociales de la caída de la función paterna, pero bueno es subrayarlo, el deseo paterno y el ejercicio en lo real se hunde conceptualmente, hasta desaparecer detrás del estrago materno. La paternidad, que no es el deseo paterno de hijo necesariamente, pero algo tiene que ver, solo tiene entidad en el hijo si es habilitado por la madre para abrirle las puertas. Únicamente la aceptación materna le daría existencia. La clínica no siempre confirma estas teorizaciones. Hay otros entramados posibles que ameritan ser investigados y profundizados  ya que el deseo de hijo hace ya tiempo que ha dejado de convocar a padres y madres en conjuntivo.

Ni que hablar a los desafíos teóricos a los que nos están conduciendo las identidades sexuales migrantes que no necesariamente renuncian al deseo que nos convoca pero que seguramente plantea recorridos inéditos. Ay, la bendita singularidad.

Emilce Dio de Bleichmar, en “La Sexualidad Femenina” dice: “Parece que en la teoría psicoanalítica no hay un lugar para una feminidad que obtenga fundamento y legitimidad en nada que no sea la genitalidad y la procreación”. Hablando de la desigualdad de los géneros, en el mismo texto, dice: “Desde esta perspectiva es necesario sustituir la envidia del pene por la envidia del falo, en tanto símbolo no del pene erecto, sino de lo que el pene erecto pasa a ser símbolo: del apoderamiento masculino de las instituciones de lo simbólico”.

“Es a la figura de la madre, en sus aspectos generadores de apego, cuidados, vitalidad, o sea en términos de amor maternal a quien la niña se identifica como otra igual e ideal, haciendo suya a la madre, en forma del propio yo de la niña. Este componente del yo que incluye la figura maternal de madre, configura un primer tiempo del yo de género femenino”. “En este sentido la sexualidad humana es cultural: se trata de un sistema múltiplemente determinado y normatizado que denominamos sistema sexo – género, fórmula que encierra un giro copernicano que configura y normaliza a la sexualidad”

El deseo de hijo, en definitiva, es un concepto que sigue abierto a controversias dentro del propio psicoanálisis. Nos hemos referido a fundamentalmente Freud y Lacan porque son quienes conquistan punta de playa en cualquier desarrollo que se precie, pero más bien parece un tema que no ha dejado mudo a ningún psicoanalista. No es una observación menor que se trata de un tema tanto epocal como transgeneracional y que nuevamente confronta a partir del fenómeno social de las nuevas parentalidades. ¿Hay nuevas formas de desear ser padre o ser madre? ¿Hay deseo de hijo que esté más allá de las formas de ser padre- madre en el mundo de hoy?

No dudamos que es desde el propio Psicoanálisis desde donde han de surgir las respuestas porque las invariantes sólidas que sostienen su desarrollo, se tutean flexiblemente con un mundo cambiante que produce subjetividades diversas según la época.

Pero lo central del psicoanálisis es la teoría del inconciente que se fortalece ante cada confrontación.

Al revés de lo que sostienen los detractores o quienes desde los finales del 1800 anuncian su confusión y muerte, es nuestra disciplina la que sale a enfrentar los cambios.

Y  la pregunta se amplía. Se trata de la interrogación: ¿qué deseo?, ¿de qué hijo?, pero se trata también de ¿quién es el sujeto deseante?

La interrogación en marcha no suple, amplia lo que ya acumula más de un siglo de contundencia y consistencia. Sin dudas, al decir de Mark Twain, la noticia de su muerte es un tanto exagerada. Al psicoanálisis no se lo mata con predicciones ni con libros negros. Se lo deberá dar batalla en el campo de las ideas y de las conceptualizaciones tributarias de la clínica, terreno que sigue siendo su reino por mérito propio.

 

Bibliografía Consultada

Sigmund Freud- Obras Completas- Amorrortu

Jacques Lacan- Conferencia en Ginebra Sobre el Síntoma –www.eol.org.ar

Jacques Lacan - Aun- Seminario XX- Paidos

Jacques Lacan- RSI- Seminario XXII

Jacques Lacan- Nota Sobre el Niño- Otros Escritos- Paidos

Piera Aulagnier - ¿Qué Deseo, de qué Hijo? - Psicoanálisis con Niños y Adolescentes Nº 3- Bs As

Eva Giberti- Las Éticas y la Adopción- Ed. Sudamericana

Cornelius Castoriadis-  El Imaginario Social y la Sociedad - Institución Imaginaria de la Sociedad. Vol. 2: Tusquets

Emilce Dio Bleichmar-  La Sexualidad Femenina- De la Niña a la Mujer- Paidos

Luis Hornstein- Las Encrucijadas Actuales del Psicoanálisis- FCE

Jacques-Alain Miller- Significante y Sutura en psicoanálisis- Ed. Siglo XXI

Jacques-Alain Miller - Introducción a la Lógica de la Cura del Pequeño Hans, Según Lacan- La Lógica de la Cura - Colección de Orientación Lacaniana, Ediciones EOL

Pelegrí Moya y Montserrat Romeu Figuerola-  Aportaciones a los Avatares Actuales del Deseo de Hijo en Relación al Deseo Amoroso y Sexual-  www. http://cartelpsicoanalitic.blogspot.com

Patricia Alkolombre-  Deseo de Hijo no es Pasión de Hijo-  Página 12

Elina Carril- El Deseo Parental. El Ayer y Hoy de una Construcción Compleja- 2 º Coloquio Cátedra Libre Salud Reproductiva, Sexualidad, y Género- Facultad de Psicología- Universidad de la República - Uruguay

Sebastián León Pinto- Adopción y Psicoanálisis- Revista Topia- Bs As

Jorge Garaventa-  Adopción. La Orientación, el Deseo- Adopción- La Caida del Prejuicio- Ed. Del Puerto

Jorge Garaventa- Las Vestiduras de la Masculinidad- Revista Género y Peronismo- Bs As

Jorge Garaventa- Nabokov, Garcia Marquez y las Lolitas Tristes- Revista Lillit- Bs As

 

*Publicado en Actualidad Psicológica de Septiembre de 2015