Dolores
Jorge Garaventa
La niña, totalmente desnuda, no mas de tres años, corre en la imagen en
blanco y negro de la pantalla. Busca refugio en un lugar y no lo encuentra,
insiste. La cámara la persigue persistente. No parece un juego. Al menos no
parece un juego para la niña. La filmación casera se detiene. Ahora la pantalla
se pone negra. En letras blanca aparece, siempre en silencio: “Dolores Fonzi
como Dios la trajo al mundo”. La pantalla vuelve a oscurecerse, las letras
reaparecen: “pero años después...”. Se ve la tapa de una revista con la imagen
de Dolores Fonzi adulta, mientras el locutor anuncia: “ En Playboy argentina, en
todos los quioscos.
Probablemente estemos ante una estrategia de la revista para generar mercado vía
escándalo. Nada no obstante, justificaría el silencio.
De ser auténtica la filmación, habría sido la misma protagonista la que la
hubiera facilitado.
¿Dilema ético?. Nada de eso. La utilización de la imagen de una niña desnuda
para promocionar un desnudo adulto en una revista erótica es de por si una
transgresión ética, moral y legal, aún en el caso en que el material hubiera
sido facilitado por quien fuera protagonista cuando niña como aparentemente se
trata en este caso.
¿Es el desnudo obceno de por si, y su exhibición una falta en si misma?.
Tampoco. Lo que caracteriza la perversión del acto tiene que ver con el medio,
la intencionalidad y la mirada del otro. Un seno que amamanta tiene distinto
sentido para la mirada si se lo encuentra en una página pornográfica o en un
medio mas adecuado. Pero el desnudo de Fonzi “desnuda”otras cuestiones. En un
reportaje aparecido el sábado último en Página 12 Dolores Fonzi y los fotógrafos
relataban lo difícil que había sido la experiencia, las veces que la modelo se
volvió atrás, su resistencia a sacarse el corpiño y toda la tarea que tuvieron
que hacer para ponerla nuevamente en la senda. Difícil pero exitoso, remató el
fotografo de la revista que se jacta de torcerle el brazo a las mujeres
argentinas mas difíciles para el desnudo. (yo diría que forzarles el corpiño, si
uno bien lée).
El relato no hace mas que radiografiar uno de los requisitos del patriarcado. No
hay tanta platea para una mujer que se desnuda voluntariamente. Se necesitan
otros ingredientes, algo de sumisión con corrupción monetaria que saborice de
abuso cualquier situación erótica o sexual. Bien sabemos que en definitiva de lo
que se trata es del ejercicio del poder con disfraces de erotismo. Sin dolor el
de Dolores tal vez hubiera sido un desnudo mas.
Los flamantes 26 años de la modelo no impiden rastrear esquirlas hoy de quien
fuera una lolita ayer programada para explotar ese cuerpo que Dios le dio no tan
gratuitamente.
Cuando hablamos de lolitas enfocamos el entramando sufriente de la mujer, antes
niña que, bajo el semblante de alegre donante de placer para el hombre, es
finalmente una criatura que ha ido derramando su vida en una triste vacuidad de
expectativas. Destino de cuerpo para la satisfacción egoísta del otro, modelos o
prostitutas, (promotoras, acompañantes, diran los avisos), las “lolitas”
son claramente detectables en un fondo de ojos que denunciará orfandad y pena
constituyente.
El destino de “lolita” se construye desde distintos lugares. Cuando hablamos de
lolitas pensamos en aquellas niñas, apenas adolescentes que, forzando sus
tiempos sexuales se internan en el mundo de la seducción que creen dominar, y
del que normalmente se despeñan en un marasmo de tristeza y frustración al
advertir la mezquina inscripción en la valoración del otro hacia ellas, cuerpos
al fin cuyo disvalor avanza.
Sostengo que el destino de “lolita” no es elegido libremente por quien lo porta
sino, que al mejor estilo de los caminos de tierra transitados por tractores,
hay una huella que de tanto ser surcada se hace camino ineludible y único, y
hasta puede dotar de una sensación de seguridad a quien lo recorre, ya que cree
que su vehículo anda los caminos que el conductor decide cuando en realidad se
debe al recorrido ineludible que le marcan quienes construyeron la historia de
ese espacio.
La “construcción”de “lolitas”es posible merced a la vigencia del patriarcado,
ideario que, vía colonización mental es portado también por mujeres al servicio
de la preservación de los privilegios masculinos.
Quién sostenía la cámara que perseguía a la niña Dolores desnuda comenzaba a
marcar un destino, destino que luego la “lolita Dolores obedecerá en cada
pasarela y en su primer desnudo artístico” y que finalmente la adulta Dolores
cree elegir libremente cuando “decide” desnudarse, aunque trabajosamente, ante
los convincentes fotógrafos de Playboy. Tal vez ninguno de los protagonistas
haya advertido que jugaban un juego inventado por otros y que las cartas ya
estaban marcadas.
Buenos Aires, diciembre 12 de 2005