Sobre Las Teorías de Dos Demonios
Las Obediencias Debidas De Jorge Lanata Y Ceferino Reato.
El año pasado, Perfil publicó una llamativa nota editorial donde advierte que
fuera cual fuere el resultado de las movidas judiciales, Clarín no solo perdía
lectores cotidianamente sino que a la larga iba a tener que desinvertir y que
necesariamente se socavaría su liderazgo. No se trata entonces ni de Verdad ni
de Justicia sino de negocios, y cuando de ello se ocupan, las megaempresas no
escatiman recursos. Perfil ensaya con un alfil con crema cultural como es
Ceferino Reato, Clarín, con un estilo chabacano contraataca con Jorge Lanata,
que fuma desesperado en cámara e insulta serialmente.
Por Jorge Garaventa*
(para la Tecl@ Eñe)
La disolución final del menemismo no se dio durante su mandato, como hoy se
pretende contar desde algún relato, y ni siquiera con la llegada de la Alianza
al gobierno. Lejos de ello, aún en pleno auge del delarruismo, la derrota de
Fernández Meijide en provincia de Buenos Aires a manos de Ruckauf, fue una rueda
pinchada en la flamante coalición que, si bien se disimuló, a la larga terminó
dejando de a pie a la esperanza progresista liderada por Chacho Álvarez. El
triunfador logró devolver la sonrisa al entonces presidente Menem. El bastión
duhaldista le decía “no” a quien por entonces era un emblema de la lucha por los
derechos humanos y contra el genocidio, y erigía como gobernador a un hombre de
sonrisa inmensa y campechana que recorrió la provincia con una consigna sin
eufemismos: “a cada delincuente una bala”.
Bueno es recordar que el menemismo nunca fue derrotado en las urnas cuando de
una elección presidencial se trató. Si bien todo indica que iba a cosechar una
contundente caída en la contienda contra Kirchner, lo cierto es que en la
primera se dio el gusto de ser el vencedor. En medio de esos vaivenes, no pocos
políticos aprovecharon la confusión para cambiarse de bando. Como pasa hoy con
algunos caciques provinciales, hay muchos políticos que solo saben jugar a
ganador y andan sacando entradas en las plateas del massismo, preocupadísimos
por la posibilidad de quedarse fuera del espectáculo.
Pero volvamos un rato a los inicios del mandato del riojano. Como cada quien que
ejerce el poder, y Menem sabía hacerlo, el brillo encandilaba aún a los ojos mas
resistentes. Sin embargo, no todos se rendían a sus pies, y así como Eduardo
Aliverti se había constituido en bastión periodístico de resistencia contra el
Alfonsinismo, la figura de un joven talentoso, desenfadado, inteligente y
frontal, dibujaba un espacio sólido de oposición al menemato. Con apenas 28 años
había sacudido la epidermis de los medios, inventando un diario que rompió todos
los esquemas. Periodismo con opinión, se jactaba Jorge Lanata, que de él se
trataba, desde los desacantonados titulares de Página 12, su primer hijo.
Vendrían otros luego, pero esa es otra historia.
Lanata incursionó con similar espectacularidad en medios televisivos y en radio
donde su programa rápidamente se hizo de culto, en la medianoche y con invitados
que tampoco se las traían chiquitas.
Dos frases de entrevistas me quedaron dando vueltas durante décadas. Una de
Liliana Daunes, tan coherentemente combativa como hoy. Mirá Jorge, le dijo, la
lucha contra este sistema político cultural se hace difícil hoy. La gente
acompaña muy poco, está como adormecida o desinteresadamente cómplice. Sabés que
no voy a bajar los brazos pero en algunos momentos pienso que gente como vos,
como yo y tantos otros, nos podríamos ir a una isla desierta y formar una
sociedad como nosotros queremos.
Tenés razón Liliana, contestó el periodista, prefiero seguir creyendo que esto
puede cambiar, sinó la calidad de vida se hace casi inexistente.
Hugo Guerrero Martineitz, el peruano parlanchín, el simpático locutor que fue la
voz de radio de la tarde durante toda la dictadura, galanteaba con su desenfado
pro menemista en el programa del gordo. Hugo, dijo Lanata, nos conocemos hace
muchos años, se quien sos, se que pensás. ¿porqué te empeñás en defender esta
mierda?. Vos sabés que detrás de todo esto está la decisión de devastar el país,
de esconder bajo la alfombra 30000 desaparecidos. ¿de verdad creés que hay cosas
más valiosas que la verdad?
Estábamos ante la contundencia ética de un periodista que cada domingo
paralizaba los hogares argentinos. Había que sentarse a ver a Lanata. Se
necesitaban muchos Lanatas que se animaran a tanto.
Página 12 y cada uno de sus empeños periodísticos fueron ideas brillantes que
terminaron mal para quien cada vez menos era el joven brillante periodista de
otrora.
Llegó a quejarse mal y públicamente de no tener ningún bien propio, de haber
dependido siempre de empresarios que compraban sus ideas, engordaban sus arcas y
repartían poco. Se llegó a describir como un pobre con ideas que hacían rico a
otros.
Así las cosas, y no sin sorpresa, Lanata ingresa a Clarín, el imperio de Noble-
Magnetto, medio al que él mismo había bautizado como el enemigo público del
periodismo independiente. Desde todos los espacios del multimedio dispara
misiles contra lo que defendió durante su vida periodística. Tal vez el
exabrupto que mas lo pinta de cuerpazo entero es aquel en el que manifiesta su
hartazgo de seguir escuchando hablar de desaparecidos.
Bastante más delgado y un poco más elegante, disfruta de su enésima temporada de
fama, esta vez con un público impensado en otros tiempos y sonriendo
inimputablemente cuando entra o sale de su flamante departamento en Puerto
Madero.
Ceferino Reato era un periodista de unos cuantos. Tal vez lo más destacable que
tenía, para algunos empresarios de las noticias, era, no solo su versatilidad
según su dueño de ocasión, sino su falta de escrúpulos. Un obrero de operaciones
en las que la prensa pudiera tener un rol fundamental. Nunca se dijo o jamás se
supo que fue funcionario público: asesor de prensa del embajador Esteban Caselli
en el Vaticano durante el gobierno de Menem.
Fue redactor de noticias nacionales de Clarín, y durante varios años, Editor en
Jefe de Perfil.
Es muy probable que no se haya sorprendido demasiado cuando supo de boca del
propio Jorge Fontevecchia, que era el elegido. Si bien había ganado notoriedad
con dos de sus libros, la propuesta era más abarcativa. Cuando publica Operación
Traviata logra, en connivencia con la derecha peronista, la reapertura de la
investigación por la muerte de José Ignacio Rucci. Un par de años después
dedicará el grueso de “Primicias” donde describe a la organización armada
Montoneros en el intento de abordaje a un cuartel en Formosa. Reato denuncia
allí las indemnizaciones cobradas por familiares de los guerrilleros muertos “en
combate”. En ningún momento cuenta que fueron capturados vivos, torturados y
fusilados, los que sobrevivieron al martirio.
Pero esta propuesta era mucho más tentadora y Ceferino tendría un rol
fundamental para lo cual es calamar en su tinta: construir relatos a través de
libros que semejen fidelidades históricas producto de investigaciones “serias”.
Debe haber sido una distinción especial para su carrera tener la posibilidad de
ser el primero, finalmente sería el único por la sorpresiva muerte del ex
dictador, en entrevistar al genocida Jorge Rafael Videla. En “Disposición
Final”, que así se llamó la publicación, el ex presidente muestra, con perverso
descaro, las formas y los modos como se hacía desaparecer a esos jóvenes que
eran inútiles para el país. De boca de Videla reaparece la primera reducción del
número de desaparecidos.
En su siguiente libro, “Viva la Sangre”, Reato presenta como un hallazgo de
investigación de 2013, lo que los militares y la derecha venían sosteniendo
públicamente desde comienzo de los 80, que la cantidad de desaparecidos “apenas”
ronda los 9000.
La prueba más contundente de la falacia armada por Reato, viene de las
declaraciones de Jorge Luis Borges a La Nación en 1982:
“Hay una controversia inútil, inmoral. Los familiares dicen que los
desaparecidos son 30000, los militares, que no llegan a 9000. Lo cierto es que
con que haya habido un solo desaparecido, la falta ética sería gravísima”.
Borges desangraba su inocencia al conocer la ferocidad de un gobierno al que
había defendido en sus comienzos. El periodista presenta como primicia en el
2013 lo que Borges mostraba en 1982.
Decíamos que la muerte de Videla vino, en parte, a desbaratar los planes. Desde
Perfil se imaginó un relato que desquiciara el “relato” oficial, tan vapuleado
por Clarín. El libro, los videos de la entrevista a Videla en Youtube y el
propio dictador reafirmando su crueldad en distintos medios, delinearían una
proyección del periodista que lo harían centro de atención cuando revelara su
“primicia”. Había una tercera parte del plan que quedó a la deriva pero que se
encadenaba con la publicación de “Operativo Traviata”: demostrar falacias en el
tema de los desaparecidos pone al alcance de la mano un viejo objetivo que la
familia militar, la iglesia y un sector importante de la sociedad pretenden; la
afirmación de que se persigue a quienes combatieron a los terroristas y no sólo
se deja impune sino que se premia a quienes asesinaron militares y civiles.
Una necesaria digresión. No es fácil el análisis del período setentino, pero si
muy necesario. Más complejo aún si se lo descontextualiza o si forma parte de
una construcción político literaria que apunte a manipular situaciones
coyunturales. Las formaciones especiales no fueron bandas de asesinos armados
sino organizaciones políticas con el objetivo claro en algunos casos de
recuperar la democracia arrebatada por los militares y en otros, con sed
revolucionaria. En las circunstancias que vivía el mundo y la América de
entonces hubiera sido extraño que algo así no ocurriera.
Cuando Trócoli presenta el “Nunca Más” en canal 13, introduce una explicación
que busca entibiar los efectos de un documento desgarrador. Dice el ministro de
Alfonsín que surgen organizaciones juveniles con ideas foráneas y metodologías
ajenas a nuestra idiosincrasia. Agrega que los militares los combaten pero con
metodologías fuera de la ley, en una guerra sin cuartel, que invalidó todo lo
actuado. Nace allí la teoría de la guerra sucia y los dos demonios.
No es propósito de este escrito, ni lugar para hacerlo, ensayar una defensa de
las organizaciones armadas sobre las que hemos deslizado algunas lecturas
críticas en otros espacios. Pero no podemos dejar de señalar algunas cuestiones.
Las agrupaciones juveniles surgen como respuesta al avasallamiento de las
libertades políticas, democráticas e individuales por parte de los militares.
Son posteriores a la usurpación del poder y contra esa ilegalidad luchan. Si
bien nunca dejaron de hacerlo, desde 1975 con más impunidad, los militares
emplearon fuerzas irregulares, patotas asesinas, ejecuciones clandestinas y
centros de tortura para combatirlos. Hablamos claramente de terrorismo de
estado. Aún si adoptáramos la concepción de los genocidas, de la cual estamos
lejos, nada de esto se justificaría.
El Estado tiene la obligación ética y moral de velar por la plena vigencia de
los derechos humanos, tanto en el combate contra el delito como en las guerras,
si fuera el caso. De ahí surge que los crímenes cometidos por el estado sean
declarados de lesa humanidad, que su vigencia no tenga fecha de caducidad. Los
comete quien tiene la obligación de evitar que ello ocurra. El resto de los
crímenes que acontecen en el seno de la sociedad son, en todo caso, cuestiones
policiales y judiciales que no necesitan legislación específica. Porque está el
Estado para garantizar su cumplimiento.
Volviendo al tema que nos convoca y a aquella misión para la que se convoca al
hoy célebre periodista- político- escritor, don Ceferino Reato.
Cuando se rompe el pacto de no agresión que tan cuidadosamente había tejido el
entonces presidente Néstor Kirchner con el multimedio de Ernestina Noble, nace,
como respuesta a la campaña que Clarín emprende contra el gobierno, la ansiada
ley de Medios Audiovisuales que reemplaza a la insólitamente vigente legislación
del gobierno de facto (NdR:decreto 22.285). La editorial Perfil, de la mano de
Fontevecchia acompaña la movida, seguidos, metros atrás por los herederos de
Bartolomé Mitre.
El año pasado, Perfil publica una llamativa nota editorial donde advierte que
fuera cual fuere el resultado de las movidas judiciales, Clarín no solo perdía
lectores cotidianamente sino que a la larga iba a tener que desinvertir y que
necesariamente se socavaría su liderazgo. Era un grito de guerra, ya que la
debilidad del compañero de ruta nunca se devela. Allí nace la misión de Ceferino
Reato, arrebatarle a Clarín el centro de la escena intentando desarmar el
“relato” más caro del gobierno y sus aliados. El gobierno, miente, los
familiares de desaparecidos falsean y los deudos de los asesinos cobran
indemnizaciones importantes. El discurso prendió, no tanto como se esperaba
porque Videla traiciona el pacto hasta muriéndose. Perfil, como póstumo homenaje
y muestra de inescrupulosidad no vacila en poner en dudas las causas y las
formas de la muerte del dictador. Aún cuando los propios familiares rechazaron
el convite insistió en letras de molde: ¿se respetaron los derechos humanos de
Videla?
No se trata entonces ni de Verdad ni de Justicia sino de negocios, y cuando de
ello se ocupan, las megaempresas no escatiman recursos.
Perfil ensaya con un alfil con crema cultural como es Ceferino Reato, Clarín,
con un estilo chabacano contraataca con Jorge Lanata, que fuma desesperado en
cámara y dice pelotudo y mierda a cada rato. A veces se los ve juntos, es solo
estrategia, detrás sigue una feroz disputa por la rapiña de las desinversiones
que más temprano que tarde deberán darse. ¿Las mentiras? Apenas un detalle,
juegos de guerra sucia.
*Psicólogo