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La falta de originalidad del fallo Piombo/Sal Llargués- Jorge Garaventa

Qué hay de nuevo, Viejo?
 


 

*Jorge Garaventa


 


 

En buena hora la conmoción que ha causado el aberrante fallo de los jueces  Piombo/Sal Llargués, sobre todo porque es necesario que la sociedad empiece a advertir cual es la concepción que un sector nada desdeñable de la justicia argentina, tal vez mayoritario, tiene acerca de los abusos sexuales que niñas y niños sufren de parte de adultos, muchos de ellos con responsabilidad de cuidado o tutelaje.
 

Si bien el fallo que ha concitado repudios masivos, raya con lo grosero, está lejos de ser original, único y novedoso. Y ni siquiera es original la actitud de estos dos jueces, tan proclives a comprender las turbias profundidades de algunas mentes humanas, indefensas víctimas de sus pulsiones ante la irresistible atracción de la condición homosexual de un niño de 6 años, cuyos abusos anteriores lo convierten en un atenuante de la perversa actitud del adulto. Si ya había sido abusado, ya está. Los que vengan luego tienen el camino facilitado y la mirada judicial comprensiva porque no fueron ellos quienes iniciaron en el niño el horror del abuso. (Esto se desprende de la textualidad del fallo).

Es necesario que quienes tienen capacidad de decisión, con nuestras presiones y nuestras acciones, tomen todos los recaudos que garanticen que los pedidos de juicios políticos, ahora reforzados, no sigan descansando en la complicidad como desde hace cuatro años viene ocurriendo. Y también es preciso que a la brevedad estos señores sean solo un mal recuerdo para quienes pretendemos una Justicia otra.

Pero si algo de eso ocurre, o si cuando observamos el repudio generalizado suponemos que la cosa está en vías de solución, estamos equivocados y, hasta es probable que ostentemos un profundo desconocimiento acerca de lo que viene ocurriendo en la Justicia en relación a estas temáticas, y lo que puede ocurrir.

Hay cientos de casos a lo largo y a lo ancho del país que pueden disputar palmo a palmo el repudio y el asombro que hoy causa el fallo de referencia. Y esto es lo que hay que denunciar. La casuística es copiosa y está al alcance de la mano... ¿hay alguien que no conozca al menos un niño o una niña revictimizados por la justicia?

La palabra arrebatada, las amenazas, la descalificación de los dichos de niñas y niños, el ninguneo pericial, el secuestro judicial con personal armado, la reversión de la tenencia como castigo, la revinculación forzosa con el abusador, la culpabilización por provocar el abuso, la exagerada sensibilidad ante el cariño, la comprensión hacia la historia de los abusadores, la violencia contra las madres protectoras, son apenas algunas de las situaciones que a diario se presencian en los tribunales de todo el país que devienen en fallos o medidas tanto o más escandalosas que el fallo Piombo/Sal Largués.

"El Interés Superior del Niño", bella frase que encabeza el grueso de las sentencias, no deja de ser más que un sello de adorno en la mayoría de ellas.

Largamente hemos manifestado nuestra convicción de que además de la impronta ideológica tan bien regada por la cultura patriarcal, estas medidas judiciales se tornan comprensibles solo cuando se admite la posibilidad de algún tipo de vínculo con las redes de pedofilia y pornografía infantil.

Este fallo debe ser tomado como paradigmático ya que por su espectacularidad abre las puestas a la posibilidad de visibilización social, siempre y cuando no perdamos de vista lo espasmódico y efímero de la indignación colectiva.

El fallo contra el niño en cuestión no es singular ni se agota en las medidas que se puedan tomar contra sus responsables. Es un modelo de actuación arraigado y eficiente.

Los niños y las niñas no la pasan nada bien en los estrados judiciales. Lejos de ello su confesión inaugura una larga cadena de abusos institucionales que desalienta la posibilidad de nuevas denuncias. Piombo y Sal LLargués son la coyuntura visible de un entramado más complejo, un troyano que se reproduce a si mismo aunque vayamos eliminando sus ramificaciones. El abuso sexual contra niñas y niños es un acto individual en el momento de su ocurrencia, pero es un negocio de muchos con complacencia ideológica y económica para vastos sectores sociales, incluidos quienes tienen la "sagrada" misión de impartir Justicia. Y ya sabemos que entre lo sagrado y lo profano, hay apenas un pasito. Mientras tanto el abuso sigue despedazando el presente y el futuro de niñas, niños y adolescentes.


 

*Psicólogo