FUNDACION SAN JAVIER
VIII JORNADAS ABIERTAS DE PSICOANÁLISIS Y COMUNIDAD
"La palabra arrebatada o Inhibición, Síntoma y Angustia en el Abuso Sexual
Infantil"
Lo Que No Te Mata Te Devasta
Abusos Sexuales y Malos Tratos en la Niñez
Lic. Jorge Garaventa
Devastar significa ‘destruir un territorio, arrasando sus edificios y asolando
sus campos’ y ‘reducir a pedazos o a cenizas algo material u ocasionarle un
grave daño’. Con significado similar se pueden usar también los verbos destruir,
deshacer, arruinar, asolar...
Celebramos la iniciativa de Fundación San Javier de impulsar, en esta jornada,
el centramiento en el discurso de la clínica en torno a las consecuencias de los
abusos sexuales y los malos tratos en la niñez.
No es azaroso que se haya elegido como referencia Inhibición, Síntoma y
Angustia, una obra nodal de Freud donde termina de tejer las formaciones del
Inconciente con las diversas formas del retorno de lo reprimido.
La palabra arrebatada, dice con precisión la convocatoria..la palabra en
disputa, fileteamos nosotros para afirmar que, de donde quede el botín, de si
triunfa el silencio o el grito, de ello depende el destino de la víctima, la
posibilidad de deslizarse de la imprescindible denominación judicial hacia la
reconstrucción subjetiva.
La convocatoria vehiculiza también una inevitable necesidad de tener en cuenta
las tajantes diferencias entre lo judicial y lo terapéutico. En lo pericial
debemos poner palabra allí donde no la hay y sobrescribir el síntoma, porque se
trata de eso, de acusar y defender y hasta de moralizar, de hacer una línea
gruesa que separe abusador de abusado, golpeador de golpeado, acusador y
acusado, víctima de victimario. No es posible en estos casos esquivar algunas de
las veredas ya que quien se quede en el medio de la calle corre el riesgo de ser
arrollado por el tráfico.
No estamos hablando de juicio previo ya que en ese caso nos andaríamos
internando en el campo del prejuicio, cuando en realidad, se trate de cualquiera
de las modalidades de intervención a la que nos estamos refiriendo, la atención
ha de estar dispuesta para la sorpresa. En la pericia estamos para decir desde
nuestra perspectiva, si tal hecho ocurrió, en qué condiciones psíquicas, cuáles
fueron las consecuencias, y en algunos casos estableces las características
psicológicas del sujeto periciado. Sea del lugar que fuere de donde provino la
convocatoria, somos auxiliares de la justicia. Seamos de parte, de oficio o del
corpus del tribunal, eso implica apenas una señal de quien pagará nuestros
servicios. Ser de parte, para dar un ejemplo que cabe a todos, no es ser parte
de. La ética es el horizonte.
La clínica tiene otro compromiso, el de la dirección de la cura cuyo sendero es
trazado por el discurso del paciente, tenga el formato que tenga, la palabra
plena, el dibujo, los juegos, el silencio. Nada que demostrar, apenas vérselas
con el inconciente pujando por asomarse y el yo haciendo malabares para evitarlo
pero chocando cada vez con la misma piedra.
El proceso terapéutico tiene dos objetivos básicos, calmar la angustia del
paciente hasta hacerla tolerable y funcional al trabajo a realizar, y
desentrañar las inhibiciones y los síntomas.
A veces se mal dice al psicoanálisis. Se lo mal dice cuando se lo pretende
inepto para determinados abordajes. Se confunde encuadre con espíritu. Tal vez
Freud, sin pretenderlo habilitó esas inhabilitaciones cuando habló del oro del
psicoanálisis. Otros abordajes serían posibles con la materia prima. Sin
embargo, el oro del psicoanálisis es el psicoanálisis. Son herramientas tácticas
que preparan la batalla final que nunca llega. Después de todo, el carozo del
trauma, gracias al psicoanálisis, sabemos, es como el de la cebolla, vamos
sacando capa por capa y un día no hay nada.
Sabemos que la violencia contra la niñez en un sistema familiar violento, opera
por identificación y el abuso sexual infantil por sumisión. Pareciera que por
tradición patriarcal el maltrato ordena algunas cuestiones de forma tal que la
perspectiva de género nos permite desentrañarla. La violencia ejercida es en
general violencia aprendida en el seno familiar, y si bien debemos estar atentos
a que un superyó lacunar, demasiado bondadoso o directamente ausente o des
formado desemboque en una estructura sádica, la norma suele ser un proceso
identificatorio y menos complejo en la conformación de la personalidad. Es decir
que sostenemos que mas allá de la trasmisión de pautas culturales y de la
cristalización de estereotipos de género hay procesos intrapsíquicos que
consolidan la repetición social de estas conductas. Nadie ha de sorprenderse a
esta altura con lo que Lacan contó como novedad y Freud desarrolló con holgura,
que lo social, lo externo, tiene un papel importante en el desarrollo psíquico,
pero para nada el más importante, y ni siquiera central. O al menos ni siquiera
siempre.
Bien, pero estamos entonces en que en ese tramado identitario el niño y la niña
arriban a un ejercicio activo y pasivo de la violencia, pero ejercicio al fin.
En este punto, y para entender la responsabilidad de la víctima juega un rol
importante el concepto de goce, tan impunemente bastardeado y banalizado, a
punto tal de subvertir su concepción original. No es la víctima la que goza en
estas situaciones sino la pulsión, el sujeto que queda atrapado en el entramado
del goce está lejos de estar en un proceso placentero, pero no puede zafar. Y es
aquí donde volvemos a las críticas formuladas antes. No es lo mismo afirmar el
goce y la responsabilidad de un sujeto víctima de maltrato o abuso en un trabajo
clínico que en sede judicial donde las palabras tienen vida propia y están
puestas para que otros decidan sobre la libertad o la cárcel de aquellos a
quienes nos referimos. Cuidado con ello.
Sucintamente, entonces, niñas y niños aprehenden por las vías citadas una forma
violenta de habitar el mundo, ya sea por acción o recepción. Nos va a quedar en
el tintero el desarrollo del camino que lleva a una niña a ser una mujer
golpeadora. Otra vez será. Tengo pendiente, y seguramente aportará al debate
cuando así sea, la publicación de “la Vigencia de la Educación Golpeadora y las
Patologías Actuales”.
Decíamos que el abuso sexual infantil actúa por sumisión. Nos referimos a que la
irrupción de la sexualidad adulta en la infantil arrasa con la psiquis en
formación, la devasta. Aquí es fundamental subrayar, sexualidad infantil, porque
sino nada se entiende. El abuso sorprende al niño en algunos de sus estadíos
psicosexuales, y si encima lo vehiculiza alguno de los integrantes de la
fastasmática edípica, o un sustituto, estamos en problemas pero empezamos a
entender mas. El niño abusado es un cartucho repleto de culpas que implosiona
pero que porta inhibiciones y síntomas…a veces también angustia extrema, cuando
logra traspasar la barrera de la disociación. No alcanzan las teorías
culturalistas. Es cierto que la educación judeo cristiana predominante en
nuestro mundo hace un aporte central en la trasmisión de la culpa como una forma
de dominación, pero no explica todo. Es más, explica poco. Hemos dicho que la
circulación de la palabra del niño abusado es un camino reparador. El tema es
que lo hemos centrado casi exclusivamente en el tono denunciante y exculpatorio
que tendría su decir. Tampoco alcanza. El abuso impacta severamente sobre una
psiquis en formación, no sobre una tabla rasa. Esa psiquis en formación tiene
una historia de desarrollo psicosexual atravesada por el sendero que lleva a la
resolución del complejo de Edipo, si este fuera posible.
Repetimos la hipótesis del estrés post traumático que nos revivió doctrinas
abandonadas por Freud por incompletas, pero útiles al momento de entender
algunas cosas.
El abuso produce en el niño un incremento de tensión para el cual no está
preparado. Hay un montante de angustia que derriba las barreras, aniquila las
defensas y lo deja sin posibilidades de reaccionar, aunque esto es una forma de
decir ya que sabemos que denuncia con su cuerpo, con su palabra, con su mudez,
con su quietud o su hiperactividad que algo terrible está viviendo y no lo puede
procesar por los canales por los cuales habitualmente lo hace.
Las amenazas sobre su integridad o la de sus seres queridos, la posibilidad de
pérdida del objeto amado y proveedor, la culpa, que necesariamente se hace
realidad de la destrucción familiar son elementos agravantes y lo
suficientemente contundentes como para colaborar, si es el caso para que un
sujeto, abusador sea condenado por el daño causado a una personalidad en
formación. Hay una clara asimetría entre víctima y victimario, una innegable
responsabilidad de quien, teniendo la posibilidad de hacer una elección
subjetiva sublimatoria, insiste en depredar al otro- niño.
Pero hay más, porque la pregunta que nos trasciende es…¿Por qué un niño que
logra denunciar, que su palabra es creíble, que recibió trato protector, que fue
desvinculado del abusador, y que hasta recibe en algunos casos, los menos, la
reparación simbólica de la pena del captor de su confianza, no cesa en su
psiquis de ser abusado? ¿porqué perdura la escena? Sospechamos que lo que
perdura es la escena de la seducción, la inevitable fantasmática edípica, la
vergüenza de haber sido. Es aquí donde empieza el trabajo terapéutico que ya es
inexorablemente puertas adentro del consultorio, en establecer de que modo se
encadenó la perversión adulta en su tránsito psicosexual…sería como poder
decir…volvamos a donde estabas, al momento previo al abuso ya que de esto se
encarga la justicia. Nosotros necesitamos destripar la culpa para que de sus
putrefactas entrañas surja la posibilidad de reconciliación del niño consigo
mismo. Desmoralizar para que el niño cese de ser abusado, ahora ya por sí mismo.
Hay un cierre que pretendo hacer. Fundación San Javier, al invitarme por 9ª vez
a ser panelista, (hubo otra jornada, fuera de agenda y de la fundación pero
vehiculizada por la misma gente) es porque hay un afecto muy fuerte que sostiene
o me suponen portador de una palabra que en algo puede importar al colectivo.
Quiero decir para quienes solemos andar por aquí arriba y para quienes nos dan
existencia desde el otro lado. La trasmisión científica es central en nuestra
formación y no es privilegio de unos pocos sino de quienes nos animamos a decir
un poco más. Ha de ser esto, palabras simples, fundamentos concretos, voz
audible. Que nuestra inseguridad al trasmitir no nos lleve a desconfiar de
aquello que entendemos…a buen entendedor, muchas palabras en un lenguaje que no
tiene razones para ser críptico. Tenemos la bendición de la lengua castellana
que nos resulta pródiga en recursos lingüísticos al alcance de todos…si no me
entendés, no desconfíes de vos, desconfiá de mi y me serás de gran ayuda…muchas
gracias!!!
Buenos Aires, noviembre de 2012