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E Pur Si Muove (El Grito de Galileo)

Sobre el estatus científico de las prácticas psicológicas
 


Lic. Jorge Garaventa
 


A modo de introducción de principios, apenas dos cosas:

1) concebimos a la Psicología como ciencia autónoma.

2) Sostenemos el indisoluble maridaje entre la historia,la ciencia y la política. Suponemos que el desarrollo de nuestra disciplina y las instituciones continentes son una consecuencia de las anteriores afirmaciones.

Afirmamos, finalmente, que no hay razones para desenrolarse. Somos Psicólogos y nos jactamos de ello.



La práctica y ejercicio de la psicología, lo decimo ssiempre, no ha sido históricamente un lecho de rosas, mucho menos el tener al alcance de nuestras manos herramientas de formación en información. Que las instituciones gremiales hayan devenido con el tiempo en Colegios de Ley, hace hoy “natural” aquello que fuera producto de la lucha y de costosa construcción.

Bienvenidas entonces las críticas vapuleantes a los funcionamientos institucionales actuales, habida cuenta que han de ser instituciones en evolución constante en función de los tiempos, siempre y cuando se tenga en cuenta de que se trata, de que están tapizadas las rutas que condujeron a nuestros presentes.

Lejos estamos de plantear que todo tiempo pasado fue mejor o peor, mas bien, diferente pero ineludible para entender porqué estamos donde estamos.

Intentaremos mostrar también que los avatares políticos en nuestra historia profesional no son ajenos al desarrollo científico.

Nuestra ciencia, desde su esencia revela a un individuo en crisis con su ser social y lo contacta, o al menos esa es la idea, con sus grandezas y sus miserias. No hay posibilidades de que nuestro trabajo no tenga algún tipo de repercusión al menos sobre sí mismo y el entorno. Eso es inquietante para los militantes del control social, y es a su vez la razón por la que se intenta talar las aristas subversivas de nuestra praxis. Si eso aún ocurre hoy que rige “el pleno ejercicio de derechos y deberes”, que no habrá sido en épocas en que las botas pretendían el dominio de la razón.

Dejo para otros remontarse a las épocas de José Ingenieros y los valiosos primeros pasos de la Psicología en la Argentina ya que pretendo enmarcar la consolidación actual de nuestra disciplina, a la que no termino de poder concebir como tradicional, para arrancar desde los albores de la carrera, allá en los movedizos sesenta, cuna de sueños y frustraciones.

Hugo Vezzetti plantea acertadamente una diferencia,estamos hablando siempre de nuestro país, entre la historia de la Psicología y la de los Psicólogos que al menos en sus comienzos, no son la misma cosa.

La primera parte, allá por los finales del Siglo IXX. Se trataba de una psicología sin psicólogos. Se enseñaba en las universidades pero sus incumbencias, no se hablaba de ello, eran disputadas por la medicina, la pedagogía y las ciencias. Tiempos netamente positivistas, además.

Pasada la primera mitad del Siglo XX nacen las carreras de Psicología y comienza la historia de los Psicólogos. Así de simple, así de complejo.

De la mano de los psicoanalistas comienzan a darse los primeros pasos y se conforman las primeras carreras donde, es innegable la impronta porteña. Las primeras carreras tuvieron una característica que era su fortaleza y su debilidad, un alto contenido psicoanalítico y la clínica como centro y objetivo. Tal vez, conjeturamos hoy sin estar seguros, que de no ser por el eje en la clínica, como ocurrió en otros desarrollos latinoamericanos, los furibundos ataques del poder podrían no haber tenido semejante ferocidad.

El psicólogo haciendo clínica, no solo lesionaba intereses que hasta ese momento eran patrimonio de la vieja psiquiatría manicomial, que no es sinónimo de psiquiatría, sino que le hacía ruido al Modelo Médico Hegemónico y comprometía algo del aparato ideológico al servicio del control social. A lo mejor esto explica en parte el porqué de tamaño ensañamiento.

Consecuente con esto, la revista Somos, órgano de difusión de ideas de la dictadura militar planteaba allá por los 80 que “la mayoría de los subversivos han pasado por el diván de algún psicólogo”

Pero volvamos un momento a la etapa previa. Corría 1954 y el Congreso Nacional de Filosofía recomienda la creación de Carreras de Psicología en las Universidades Nacionales. Así como hoy sabemos que nunca Freud le dijo a Jung en su llegada a Estados Unidos, que no sabían que iban a llevarles la peste, tampoco nadie lo dijo aquí cuando empezaron a germinar las semillas a lo largo de la geografía del país, pero bien podrían haberlo dicho, ya que era el nacimiento, en las cunas de enseñanza, de la otra forma de mirar las cosas.Independientemente del enfoque que se instale, la raza de desconfiados de la mirada obvia comienza a transitar las casas de estudios en una explosión de aceptación del desafío.

Esta etapa fundacional se caracterizó por el entusiasta concurso de los estudiantes en el diseño de la currícula. Tal vez por ello,referenciados en su propia experiencia, y con sus analistas como grupo de referencia, la clínica se impone por encima de todas las opciones. Tendencia que hasta hoy sigue marcando vanguardia.

En palabras de Hugo Vezzetti: “Brevemente, puede decirse que se daba una coexistencia de patrones y orientaciones diversas, entre el perfil de una formación orientada a la enseñanza, una actividad técnica auxiliar de la medicina y la psiquiatría, el modelo de las ciencias sociales, cercano a la recién creada carrera de sociología, o el perfil de una disciplina básica orientada a la investigación. Es esta “vacancia” la que va ser cubierta, transitoriamente al menos, por el actor estudiantil, el cual contribuyó decididamente a la incorporación de José Bleger y al perfil de un “nuevo psicoanálisis”, que no se identificaba con el que se llamaba “ortodoxo”, es decir, el de la Asociación Psicoanalítica Argentina.”

Tal vez no coincida plenamente con lo de “nuevo psicoanálisis” ya que se le adjudica a una teoría lo que fue un fenómeno de época. La necesidad de salir de los consultorios a ganar la calle. Fue el protagonismo de las instituciones en general, y de salud mental en particular que confluyen en acciones donde lo colectivo y lo social se enlazaba con las praxis específicas.

Es en esta efervescencia que el psicólogo empieza a ser vox pópuli, que la sociedad lo reconoce como necesario y que, en consonancia, se radicaliza la oposición corporativa hacia su presencia. Comienza a tomar cuerpo una consigna que será historia: “Hacer Legal lo que es Legítimo”, bandera con que la Federación de Psicólogos de la República Argentina, FEPRA, riega de leyes y colegios el grueso de la geografía nacional. Pero antes…

El terrorismo de estado fue particularmente cruel con profesionales y estudiantes de salud mental en general y de psicología en particular. No fue casual ni azaroso que el 8 de agosto de 1978, en un operativo tardío se secuestrara a Beatriz Perosio, presidenta de la FEPRA. Fue un golpe en el corazón del gremio. No han de buscarse las causas de este crimen en los antecedentes partidarios de la colega sino en el proyecto que vehiculizaba y conducía para nuestra profesión. Así lo entendieron los psicólogos y psicólogas del país que, lejos de retraerse potenciaron la lucha.

Cerramos esta etapa con una convocatoria a la memoria, de Vainer y Carpintero: “Por ello, laimportancia de retomar la memoria, que no es cualquier memoria, sino una memoria de estas luchas, estas teorizaciones, estas experiencias. No para repetirlas, sino para elaborarlas.”

La democracia fileteó tanto esfuerzo con marcos legales. Fue fundamental, pero en perspectiva, el cierre de una etapa, el comienzo deotra.

Comenzar atransitar legalmente desembocó necesariamente en la impronta deontológica. Había leyes básicas, eran necesarios reordenamientos específicos. La ética y la formación van de la mano. Una formación sólida y responsable es imprescindible para un ejercicio ético. No se puede exigir, validar o descalificar orientaciones o prácticas por preferencias, gustos e inclinaciones personales, pero sí que el camino que fuere que se escoge tenga validación científica fehaciente y universal. Esa es la etapa, ya no la de los modos sino la de los conocimientos.

Advertíamos en un libro de reciente aparición que quien utiliza la matrícula valiéndose de instrumentos de dudosa procedencia e intencionalidad, está incurriendo en una falta ética considerable. Podríamos afirmar que de la formación nace la ética, porque no solo de técnicas y teorías se trata.

Mencionamos como cierre otra cuestión que tampoco es menor. Los 30 años de democracia en general, y la última década en particular, han sido pródigos en legislacionesque intentan enmarcar la sociedad que compartimos. No pocos de los instrumentos atraviesan directamente nuestra práctica. El grueso la afecta. Hablamos de leyes que inciden en problemáticas que nos ocupan: violencia de género, abuso sexual infantil, discapacidad, adopción, matrimonio igualitario, para citar algunas de las normas temáticas de las que no somos ajenos, legislaciones que han de sumarse a nuestras carpetas y maletines. Leyes que nos obligan y nos comprometen en muchos casos, y que nos protegen en otros, los menos.

Es el bagaje moderno e ineludible con el que hay que transitar. El cumplimiento de las leyes y los imperativos deontológicos, lejos de ser un peso deberían ser aire fresco para nuestra práctica cotidiana.

El grito de Galileo fue un grito por la Ciencia. Aún en su irónica desmentida siguió ratificando que algo se mueve. Fue hace muchísimos años, es cierto, pero no hace tantos, ayer nomás, cientos de psicólogos repetían el grito digno de Galileo y pagaban con sus vidas la osadía.

Las buenas noticas dicen que hace apenas semanas finalmente, aunque demorada, llegó la reglamentación de la nueva ley de Salud Mental, un instrumento legal que parece poner algunas cosas en su lugar. Sabemos que las leyes son letra muerta si no se establecen las condiciones para su ejecución. Si no hay financiación, no hay ley. Ahí habrá de operar la ética del Estado y de los estadistas. Mientras tanto, velamos por la nuestra, siempre y cuando entendamos que en estas cuestiones, inevitablemente, somos parte del asunto.





Bibliografía consultada



Vezzetti Hugo- En los Orígenes hubo una “sensibilidad de cambio”- Página 12- 16/10/1998

Vainer Hugo, Carpintero Enrique- Las Huellas de la memoria- Editorial Topia

Calabresi, C. &Polanco, F. (2011). La Psicología y su enseñanza en Argentina. Entrevista con Hugo Klappenbach. Universitas Psychologica,

Garaventa Jorge- El DSM V, el SAP y la Salud Mental Soberana- http://www.jorgegaraventa.com.ar

Garaventa Jorge- El Malestar en la Cultura de la Crisis- http://www.jorgegaraventa.com.ar

Diaz Alberto, compilador- Abuso Sexual Infantil, la Palabra Arrebatada- Wath SAP?- Jorge Garaventa

Gaceta Psicológica- APBA- números varios

Espacios y Propuestas- FEPRA- números varios