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La Promulgación

 

Jorge Garaventa

 

Crucé lentamente del Cabildo a la Catedral, y de allí partí la plaza por el medio. Caminaba lentamente, igual que cuando arrimo una copa de buen vino. Quería disfrutar cada trago. La casa de gobierno se alzaba rosadamente hermosa. Es extraño, al menos cuatro veces por semana paso por allí, y casi nunca la vi tan bella. Casi nunca, pensé mientras rozaba la Pirámide, esa misma pirámide en la que hace casi 38 años estuve colgado. Fue el 25 de mayo de 1973…volvía la democracia. Los recuerdos se seguían agolpando. En aquel entonces me acerqué a la puerta y entré. Apenas un rato antes el Canca Gullo le había comunicado gentil pero firme al militar responsable: “Pueden retirarse, nosotros nos hacemos cargo de la seguridad del Compañero Presidente”, y la casa de gobierno se pobló de vida. Afuera, la ilusión atronaba en consignas: “se van…se van…y nunca volverán…”

Jorge!!!, gritó Marcelo Sunthein, Secretario de la CHA y me sacó del ensueño. Que alegría verte!!! Y nos perdimos en un abrazo, después Cesar Cigliutti, el Presidente, Luis de Grazia, de la Juventud, Marcela Portatadino, María Rachid…tantos y tantas que agradecían como si uno alguna vez hubiera hecho algo que no tenía obligación de hacer. Lo cierto es que volví a atravesar la puerta y rápidamente llegué al salón. Impresiona encontrarse con los enormes retratos de Evita, Perón, El Che. El escenario al fondo y decenas de plasmas gigantes diseminados por los pasillos me confirmaban que tenía el privilegio de presenciar, dentro de unos minutos, de un acto de una magnitud tal, que estaba siendo bisagra de la historia…y uno allí tan pequeño e insignificante. ¿Cómo va a ser tan fundamental si yo estoy aquí?

En las primeras filas estaban los invitados VIP. Muchos de ellos subieron al carro los últimos días pero sin dudas fueron imprescindibles para consolidar el consenso y los votos en el Senado. Luego venía La Cámpora, la infaltable agrupación de Máximo Kirchner, y finalmente todos quienes a juicio de las organizaciones del colectivo homosexual, algo tuvimos que ver con la sanción de la ley.

Mucho calor pero cuando entró la Señora Presidenta me recorrió un escalofrío. Y la Señora fue expeditiva, recibió los regalos, habló y finalmente promulgó. Juro que fue tanto el silencio, la respiración contenida en ese momento, que hasta se pudo escuchar el ruido de la lapicera. En un gesto rápido se irguió y miró al escribano…ya estaba, ya había ley, ya millones de argentinos conseguían el acceso al pleno ejercicio de sus derechos, ya no había mas matrimonio heterosexual ni homosexual, había matrimonio…había derecho a la adopción y la herencia. Me corrí a un costado, tenía que bancarme ser espectador porque era la fiesta de ellos, y la fiesta estalló, la emoción estalló, el llanto estalló. Allí estaban el doctor, la escribana, la obrera, el capataz, el abogado, la psicóloga, la prostituta, el malandra, una porción de la sociedad tan heterogénea como el todo. Esa pareja de jovencitos se abrazaba con los ojos enrojecidos haciendo caso omiso a esa pareja tan mayor de mujeres que soltaba el llanto casi desconsoladamente, vaya a saber de cuantas décadas, de cuantas razzias, de cuantas humillaciones. Cesar Cigliutti lloraba, siempre llora, diría Marcelo, pero esta vez era distinto…y Don Luis, triste, muy triste, su Oscar no había aguantado mas y se fue con su sueño de casamiento a otras vidas. Se desbarrancó el protocolo dijo Clarín esa noche, y si…se desbarrancó el protocolo del país y en buena hora. Como pude, en medio de tanta gente feliz o emocionada estiré mi mano y llegué a la de María Rachid. No necesitamos decir nada, en esa mirada que nos cruzamos se revivió la historia.

Me fui solo, como cuando vine, atravesé la plaza en diagonal, rocé la pirámide, llegué a la catedral, crucé al cabildo. Me di vuelta, ya era de noche, la casa de gobierno estaba más rosada que nunca. En mis oídos todavía atronaba la consigna que recorrió el país y los años…Igualdad…igualdad…igualdad…seguí caminando…el frío me hacía llorar los ojos…maldito invierno!

Buenos Aires, año 2010