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¿Rezar-si-miento?

 

Jorge Garaventa

 

 

Que el propio sumo pontífice,  que hasta hace apenas unos años era el responsable de diseñar manuales y estrategias para ayudar a curas abusadores de niños,  haya hecho público un pedido de disculpas a las víctimas no es un tema religioso sino mas bien un dique al drenaje económico que el accionar delictivo de muchos de sus miembros le produjo a la iglesia.

Benedicto XVI circunscribió sus disculpas a los EEUU. No es para menos. Se calcula que los resarcimientos rondan allí cerca de los 700 millones de dólares, cantidad mas que suficiente para obligar a cambiar actitudes y estrategias institucionales. El accionar de Ratzinger  protegía a los victimarios y los emparentaba aún mas con la institución. Hoy pretende mostrarlos como ovejas descarriadas que han dejado de pertenecer al rebaño.

Pero esa estrategia parece estar lejos de generalizarse. En Argentina, al menos en los casos mas mediáticos la iglesia sigue ejercitando el silencio o el encubrimiento. La tibia desmentida, luego de seis años, que intermediarios de Bergoglio manifestaran con relación a su apoyo a Grassi no parece ser otra cosa que ruptura de pactos de silencio por parte de este. El caso Melo Pacheco en Mar del Plata, donde el testimonio de decenas de niños involucró a un profesor de educación física de un colegio religioso, llevó al obispado marplatense a invertir gruesas cantidades de dinero para lograr la inocencia en un caso que se ha establecido como el paradigma de la impunidad en temas de abuso sexual infantil. Igual actitud vienen denunciado los familiares de niños abusados en otro colegio de la misma arquidiósecis, en Villa Gessell.

La impunidad se ampara en los cortos brazos de la justicia. Por falta de conciencia jurídica y limitaciones inherentes a la devastación psíquica de quien ha sufrido un abuso sexual, no hay en nuestro país un ejercicio de exigencia de resarcimiento económico que, pruebas al canto, parece ser el único alerta que están dispuestas a atender las instituciones que albergan prácticas abusadoras.

Las víctimas de abuso sexual infantil sufren un shock demoledor que les dificulta severamente la re organización de su vida psíquica y por ende sus cuestiones afectivas, sociales y económicas. La reparación simbólica que provee la justicia es fundamental. El resarcimiento económico sería un paso natural si no fuera por la culpa que el abusador siembra en el abusado y la sociedad legitima. El caso Grassi es un buen punto de partida para este debate.

 

*experto en temas de abuso sexual intantil

para Página 12