La Tecl@ Eñe Revista Digital de Cultura y
Política
Ideas,cultura y otras historias... Año XI Número 52 -
Mayo - Junio de 2012
06 mayo 2012
Una Situación Embarazosa
Contradicciones en torno a la Legalización del Aborto
Por Jorge Garaventa*
“La lucha por el derecho al aborto es una lucha por la libertad de las mujeres y
no en contra de la maternidad”- Marta Rosemberg
“Nunca reino alguno derramó mas sangre que el reino de Cristo”- del film “Los
perros de paja”
Ilustración: Nest
Nos proponemos no repetir los argumentos que circulan en los medios, mas allá de
los imprescindibles para tornar entendibles los nuestros. Pretendemos que quede
clara la diferencia cuando narramos algo de cuando lo especulamos. La
información está suficientemente chequeada en más de una fuente. Las
especulaciones son apenas conjeturas para intentar pensar junto a eventuales
lectores.
Lo cierto, y valga la redundancia, es que el proyecto que apunta a legalizar la
interrupción del embarazo tiene destino incierto, y no solamente por la
cementada oposición de los sectores mas reaccionarios de la sociedad ligados
fundamentalmente al reino clerical, sino por las contradicciones, defecciones y
vacilaciones de sectores progresistas.
El entrecruzamiento causal que hace difícil el tránsito de la normativa es
complejo y multideterminado. Su elucidación requiere tener en cuenta vastas
cuestiones de las luchas del poder, pero a su vez reclama desandar alternativas
sencillas o explicaciones que están a mano, ya sea por cotidianas o por
políticamente correctas, o incorrectas.
Ya veremos que la imposibilidad de acceso a aborto afecta, con sus más y sus
menos a las mujeres en general pero cuando pensamos el camino vedado a que sea
gratuito y universal, el sector social afectado se comprime notoriamente.
Tenemos entonces dos cuestiones a puntualizar; un problema de género por un lado
y un problema de clase por el otro.
Todo esto, obviamente, recala en la atmosfera asfixiante de la doble moral. No
pocas veces los sectores mas acomodados de la estructura social fogonean su
oposición a la legalización del aborto, mientras siguen usufructuando los
cómodos circuitos de intervenciones clandestinas. Queda para las mujeres menos
favorecidas económicamente, apenas desprotección y muerte. Y saben quienes
transitan el tema que estamos lejos de exagerar con estos dichos.
Pero aquí es imprescindible una aclaración para evitar lecturas tendenciosas de
lo que venimos diciendo: provenga del sector social que proviniere, ninguna
mujer quiere el aborto. Es el desgarrante cierre de un proceso de múltiples
significaciones donde paga tributos, inimaginados por quien está fuera de la
situación, por hacerse cargo de su deseo, o de su no deseo. Tributo que le hará
soportar sobre sus espaldas la insostenible renuncia a su “natural destino
materno” y encima al costo de tatuarse una “muerte” en la conciencia. Estas
dolorosas emociones y muchas mas transitan la mente angustiada y acorralada de
aquella mujer que se descubre con un embarazo no buscado, y aún mas, no deseado.
Liliana Mizrahi en su magnífico libro “Mujeres Libres y Crímenes Sociales”, y
que sabiamente subtituló “La Penalización del Aborto y la Aceptación del Abuso”,
dice: “A las mujeres no nos gusta nada abortar, es feo, es doloroso, es triste,
es intransferible. Cuando no tenemos más remedio que abortar porque no queremos
seguir con algo rechazado, de afuera vienen sentencias que nos ensucian la
conciencia con normas irrecuperables para la reflexión.”
Las voces más “benévolas” aportan soluciones humanitarias, como por ejemplo el
destino probeta. Habiendo tantas parejas en búsqueda de la adopción, que mejor
que purificarse y durante nueve meses convertirse en un frasco donde madure ese
embrión para luego poner en circulación en el mercado de los recién nacidos.
Poco importa en estos casos el calvario que significaría para la mujer. Después
de todo estaría purgando el pecado del placer sexual y de la independencia del
deseo, que como sabemos, para el patriarcado son tramitaciones imperdonables.
Hay una paradoja que estas cuestiones sociales agitan en forma de contradicción.
Quienes sostienen la legalización del aborto son tal vez quienes menos desean
que una mujer aborte y por ende la defensa del derecho a la vida se despliega
tan naturalmente que no necesitan escudarse detrás de consignas estridentes.
Ocurre que quien ha hecho una aproximación humanitaria hacia el tema, no puede
menos que sensibilizarse profundamente ante el sufrimiento psíquico y físico de
la mujer que debe transitar esa circunstancia. Hablamos de sensibilización como
un proceso activo que devenga en algo mas que la simple y aunque valiosa,
insuficiente empatía.
Cuando se logran sacudir los argumentos reaccionarios, infiltrados de moralina y
descalificación misógina, es más fácil encuadrar el reclamo en un pedido de
derecho a la vida.
Aquí cabe una aclaración. Quienes trabajamos desde el psicoanálisis
diferenciamos entre embarazo no buscado y no deseado, cuestión que cobra
fundamental importancia tanto en la clínica como en la apropiación vital que
cada individuo haga de su propia historia. Sinonimizamos al solo efecto de
respetar el consenso lingüístico y porque dicho discernimiento no es fundamental
para la buscada legislación.
La otra cuestión que se va desprendiendo per se es que el aborto está lejos de
ser un problema exclusivo de aquellas que deben enfrentarse con la decisión.
Estamos ante una cuestión de salud pública que exige la activa intervención de
las instituciones del estado para garantizar su solución.
También aquí es prudente una nueva disquisición. No siempre se llega a la
necesidad de recurrir a la cirugía abortiva como producto de un embarazo no
deseado. Nos hemos encontrado con dilemas éticos que se plantean mal y se
resuelven peor, pero finalmente es siempre el riesgo de vida de la mujer el
costado hacia el que se inclina el fiel de la balanza.
Nos conmovieron los medios hace un tiempo, aunque rápidamente pasó de moda, con
el caso de Ana María Acevedo. Se trataba de una joven mujer con una pequeña hija
y embarazada por segunda vez. A Ana María se le descubrió un cáncer y era de
urgencia aplicarle quimioterapia para lo cual se imponía un aborto o una
cesárea. Son los llamados abortos no punibles, aquellos habilitados legalmente y
para los cuales no se necesita ningún tipo de autorización judicial. Es una
práctica médica que solo requiere consentimiento informado de la paciente, o en
su defecto, de los familiares mas directos. Lo cierto es que se inventaron
dilaciones y en medio de falsos pruritos y la desidia de la justicia, los
comités de ética y los profesionales afectados, falleció Ana María, falleció el
bebé en gestación, una niña pequeña quedó huérfana, un hombre joven viudo y una
familia destruida. Los defensores de la vida y de la familia a ultranza
rompieron todo pero lograron el objetivo de máxima…el aborto no se practicó.
Como dice la ya citada Liliana Mizrahi en relación a los grupos Pro Vida:
“Generan muerte. Muerte en vida y muerte muerte.”
Una de las dirigentes de estos grupos reaccionarios señalaba con macabra lógica:
“Sabemos que nuestra posición puede sonar dura en estas circunstancias, pero
también que si defeccionamos se va a producir el desmadre”. Preguntamos: ¿habrá
fundamento mas claro? Desmadre…salirse de madre…dejar de ejercer la función
natural por la cual Dios creo a la mujer de la costilla de Adán. Para producir
hijos o morir en el intento.
Sabemos justamente que lo que la cultura patriarcal tiene reservado para la
mujer es su rol de proveedora de hijos con lo cual se captura su sexualidad, que
desligada del placer propio tiene fines profundamente mas altruistas que el
orgasmo egoísta y se captura también su libertad que queda ligada a la crianza y
las tareas domésticas. Por eso resulta tan insoportable la sola idea de permitir
que se despliegue el derecho a decidir ya que, si decide sobre su maternidad
finalmente decide por su deseo todo. Y el precio a pagar por semejantes
desatinos es alto, como lo hemos mostrado en distintos escritos sobre femicidios
y mujeres quemadas para el escarmiento.
El temor del hombre a la libertad de la sexualidad y el deseo femenino se
convierte entonces en dogma moral. Si en el camino a ese objetivo de control se
va la vida de una mujer, es un detalle que está incluido en el costo del
mantenimiento del sistema.
Que la prohibición del aborto produce mas muertes que las que dice evitar quien
sostiene su ilegalidad es una verdad de Perogrullo, pero a su vez es un dilema
con la mirada puesta en un falso eje ya que no se trata de ver que ecuación
produce menos muertes sino como se establecen medidas y políticas preventivas.
Hace ya mas de un lustro que tenemos ley de educación sexual y mucho más que nos
jactamos de tener conciencia. Sin embargo ni Nación ni las provincias han
implementado los recursos que permitan su ejecución. Mientras tanto el embarazo
adolescente sigue en crecida…las muertes por abortos clandestinos también.
No vamos a gastar muchos renglones en polemizar con los sectores clericales
dirigenciales. Su rol durante la última dictadura nos dispensa. No podemos
aceptar como interlocutores válidos a quienes asistieron a torturadores o
pidieron resignación y arrepentimiento a jóvenes maniatados, torturados y
hacinados, antes de ser asesinados. O a quienes fueron espectadores
complacientes del robo de niños.
Sabemos que hay hombres y mujeres de la iglesia que están lejos de haberse
comportado tan cruelmente, Pero la política hegemónica de los representantes
Vaticanos fue y es esa. Más allá de tibios lamentos la iglesia poco y nada ha
dicho sobre situaciones de abuso sexual infantil y de tráfico de niños donde
muchos de sus hombres se han visto involucrados. Y también sabemos que ligada
que está la política del prohibición del aborto con la de venta de bebes con
fines adoptivos.
Comenzamos hablando del destino incierto de los proyectos de legalización de la
interrupción del embarazo. Y vamos a cerrar mostrando nuestros porqué. Hace unos
años, con motivo de estar impulsando la ley de Unión Civil acompañamos a
representantes del colectivo homosexual a rondas de intercambio con distintos
representantes partidarios y legislativos. La entrevista con la entonces
Senadora por Santa Cruz, Cristina Fernández, la mostró con una postura amable
pero firme. Apoyaba sin reservas la Unión Civil. Dijo y fue evidente que estaba
muy preocupada e informada de aquellos bolsones de desigualdad que aún
persistían en democracia. De los reclamos que los distintos colectivos agitan,
hay dos que no tengo resueltos porque rozan los límites de mis convicciones, la
adopción de niños por parte de parejas del mismo sexo y el aborto, mas allá de
cuestiones médicas recomendables o para embarazos productos de abusos o
violaciones, comento convincente…
Por eso aquella noche de junio de 2010 tanta expectativa generaba en el
colectivo homosexual la reunión que Néstor Kirchner mantenía con el grueso de
los bloques parlamentarios propios para consensuar posiciones sobre la Ley de
matrimonio Igualitario. La Iglesia había jugado a todo o nada poniendo a la
feligresía en la calle. El ex presidente logró unificar a la tropa pero faltaba
tal vez lo mas difícil…convencer a Cristina Fernández que el gigante necesitaba
un empujón contundente. No era fácil la partida. Nadie sabe de qué se trató
aquella comunicación telefónica. Pero lo cierto es que pese al crudo invierno
Néstor reapareció feliz y sudoroso. La flaca aceptó, dijo. ¿Todo? terció un
asombrado Senador…todo, dijo Kirchner, adopción y derecho a herencia.
Hoy apenas sabemos que la Presidenta no ve con simpatía ser la mandataria que
habilite una práctica que le produce contradicciones personales. Sabemos también
que repite que no hará nada para propiciar la normativa pero tampoco para
impedirla. Vemos la poca plasticidad de los alfiles del oficialismo para
impulsar algún movimiento. Vemos, como en el 2011 que el hecho de que el
proyecto haga pie en una comisión significa poco, y nadie parece querer jugarse
por la transversalidad que implica la libertad de conciencia, porque los números
ahí se tornan aún más inciertos.
Nos cuesta pensar, por como hemos visto desempeñarse a cada quien en estos más
de cuatro años, que pueda prosperar una iniciativa tan crucial que no cuente con
el aval del poder político central, pero también nos gustaría poder escribir en
un tiempo, cuanto nos equivocamos. Aunque algunas apariciones públicas como la
de por ejemplo Agustín Rossi, alter ego de la Presidenta, parece darnos la
razón.
No está dicha la última palabra pero lo escuchado hasta ahora nos da un poco de
tristeza, sobre todo por las mujeres que seguirán muriendo en nombre de la
defensa de la vida.
*Psicólogo