WhatS.A.P.
Mitos sobre Síndromes,Alienaciones y Parentalidades
Jorge Garaventa*
Mucho hemos dicho a través de los años,sobre ese constructo
jurídico con disfraz psi que sus sostenedores han denominado Síndrome de
Alienación Parental y que se ha instalado en algunos sectores de la familia
tribunalicia con esa pomposa designación, o simpáticamente S.A.P. entre amigos y
conocidos.
El rechazo de la Asociación Americana de Psiquiatras de incluirlo en la última
versión del DSM V fue tal vez el último desaire que recibió el malogrado
invento, pero está lejos de ser el principal;menos aún el definitivo. Esta
decisión cobró importancia debido a que una de las exigencias del manual es que
se demuestre la existencia de al menos tres síntomas que justifiquen su
inclusión. No se logró, como tampoco logró establecerse un criterio de
cientificidad que lo avale.
Y es sobre la cientificidad que queremos hacer eje. Sus mentores lo dan por
cierto, sin invocar razones ni demostraciones y aunque choca, irremediablemente
con conceptualizaciones probadas,independientemente de la concepción teórica o
el estilo de abordaje que se adopte. Hablamos por ejemplo, de los desarrollos
sobre la psicosexualidad, tan claramente fundamentados en las publicaciones
psicoanalíticas, y de las distintas etapas de la evolución del niño, de lo cual
tan bien se han ocupado diversos autores de la psicología evolutiva.
Damos por sentado que al menos estos dos recorridos, que constituyen el abc de
la profesión y su ejercicio, son moneda corriente entre colegas, de la misma
forma que también suponemos que laconcepción watsoniana de la psiquis del niño
como tabla rasa en la que se pueden inscribir contenidos, sin resistencia ni
transformación, ha quedado sepultada por imperio de la observación y de la
realidad clínica. Si así no fuere, estamos en problemas.
Nos enseñaban la psiquiatría y la psicopatología, allá en los albores de nuestra
formación, que un síndrome es un conjunto de signos y síntomas que caracterizan
una determinada enfermedad, que implica constancia, permanencia y resistencia de
los mismos. Hablan entonces los mentores del S.A.P, de un niño enfermo que en un
contexto de separación o relación conflictiva entre sus progenitores es
“programado” psíquicamente por uno de ellos, generalmente la madre, para acusar
al otro de abuso sexual en lamayoría de los casos, y maltrato en otros.
Lo que subyace a este intento de patologización es el ninguneo de la palabra del
niño, la descalificación de su mensaje, la represión de su denuncia, el
silenciamiento de su queja, es decir, lo insoportable para el status social: la
comprobación de que no siempre la familia es el lugar mas seguro para el niño.
Lejos entonces de estar frente a un niño al que “le han hecho la cabeza”, nos
encontramos con una psiquis infantil arrasada y un cruel proceso de
desprogramación cuyo epílogo será, ahora si, una víctima condenada a vivir junto
a su abusador, o al menos a compartir horas de visita, según el grado de
resistencia que este niño y su progenitor conviviente hayan ejercido, o la
discreción de un tribunal de justicia que puede decidir su“secuestro” a través
de personal policial armado, como hemos visto en no pocos casos últimamente.
Necesitamos ser sólidos en nuestros diagnósticos y comunicaciones, salir del
terreno de las afirmaciones para sostenernos en el de los conceptos, que es lo
nuestro.
No basta decir que el S.A.P, no existe.Es necesario demostrar que sus postulados
no responden a ninguna lógica consensuada científicamente del funcionamiento
psíquico. Tampoco podemos afirmar que los niños dicen siempre la verdad porque
la experiencia en algunos casos, los menos, suele mostrarnos lo contrario.
Los psicólogos tenemos herramientas idóneas que nos permiten determinar la
veracidad de un discurso infantil. El principal dato es que cuando un niño
intenta sostener una mentira, cae rápidamente en contradicciones. O sea, estamos
frente a un discurso que no logra sostenerse demasiado, y se derrumba sin
necesidad de ejercer ninguna presión, (cosa que además está absolutamente
contraindicado), sino acompañándolo en el rumbo del relato.
Agreguemos que el niño suele describir con mucha precisión situaciones sexuales
que no podría relatar de no haberla vivido. Esto a veces es descalificado como
lenguaje adulto inculcado, pero un psicólogo entrenado podrá claramente
diferenciar un discurso de otro.
No podemos tampoco negar la existencia de manipulaciones emocionales de parte de
alguno de los progenitores, pero ello estálejos de constituir un síndrome o una
enfermedad y también se derrumba rápidamente en las entrevistas.
Insistimos por ello en una sólida formación por parte de quienes se planteen
intervenir en estas problemáticas.
El Sindrome de Alienación Parental,concluyendo, es una de las formas mas sutiles
y perversas de maltrato hacia la niñez que apunta a quitarle la voz, a
destituirlo en su subjetividad misma, alienarlo pero de su propia experiencia de
sufrimiento y abuso. Ha hecho pie en el horror de quienes desde su estructura no
pueden admitir que un ser humano pueda someter a semejante desquicio a un niño,
pero también en los atributos de una sociedad cruel y despiadada que no tiene
como centro de su desarrollo la felicidad de los más pequeños sino en
conveniencias particulares y despiadadas.
Estamos entonces, frente al extraño caso de una construcción teórica, carente de
toda idoneidad científica pero que sin embargo, merced a la militancia de
quienes en los vericuetos judiciales están dispuestos a defender los privilegios
patriarcales al precio que fuere, sostiene una insólita presencia.
Ninguna entidad científica de relevancialo ha avalado, ni aquí ni en ningún
lugar del universo, hasta donde conocemos.
Es hora entonces que se establezca que quien utiliza su matrícula para
desestimar la palabra del niño que denuncia un abuso, valiéndose de instrumentos
de dudosa procedencia e intencionalidad, está incurriendo en una falta ética de
relevancia.
El abuso sexual infantil es uno de los delitos cuya tasa de incidencia no ha
decrecido con la visibilización; las políticas preventivas se demoran y los
mantos de impunidad siguen abrigando a muchos abusadores.
Los psicólogos no somos jueces, ni fiscales, ni abogados, somos profesionales de
la psicología que tenemos una única herramienta: un conjunto de conocimientos
validados científicamente. La sonrisa, y hasta la vida de muchos niños depende
de la eficiencia de su utilización.. Eso es lo que pasa.
*Psicólogo