CONSENSO DE EXPERTOS DEL ÁREA DE LA
SALUD SOBRE EL LLAMADO "TRASTORNO POR DÉFICIT DE ATENCIÓN CON O SIN
HIPERACTIVIDAD".
Asistimos
en nuestra época a una multiplicidad de "diagnósticos" psicopatológicos
y de terapéuticas que simplifican las determinaciones de los trastornos
infantiles y regresan a una concepción reduccionista de las problemáticas
psicopatológicas y de su tratamiento. Esta concepción utiliza de modo
singularmente inadecuado los notables avances en el terreno de las neurociencias
para derivar de allí, ilegítimamente, un biologismo extremo que no da valor
alguno a la complejidad de los procesos subjetivos del ser humano. Procediendo
de manera sumaria, esquemática y carente de verdadero rigor científico se
hacen diagnósticos y hasta se postulan nuevos cuadros a partir de observaciones
y de agrupaciones arbitrarias de rasgos, a menudo basadas en nociones antiguas y
confusas. Es el caso del llamado síndrome de “Déficit de atención con y sin
hiperactividad” (ADD/ADHD).
Este
diagnóstico se realiza generalmente en base a cuestionarios administrados a
padres y/o maestros y el tratamiento que se suele indicar es: medicación y
modificación conductual.
El
resultado es que los niños son medicados desde edades muy tempranas, con una
medicación que no cura (se les administra de acuerdo a la situación, por
ejemplo, para ir a la escuela) y que en muchos casos disimula sintomatología
grave la cual hace eclosión a posteriori o encubre deterioros que se
profundizan a lo largo de la vida. En otros casos, ejerce una pseudo regulación
de la conducta dejando a su vez librado al niño a posteriores impulsiones
adolescentes en razón de que no ejerce modificaciones de fondo sobre las
motivaciones que podrían regularlas, dado que tanto la medicación como la
"modificación conductual" tienden a acallar los síntomas, sin
preguntarse qué es lo que los determina ni en qué contexto se dan. Y así,
pueden intentar frenar las manifestaciones del niño sin cambiar nada del
entorno y sin bucear en el psiquismo del niño, en sus angustias y temores.
Es
decir, lo primero que se hace es diagnosticarlo de un modo invalidante, con un
"déficit" de por vida, luego se lo medica y se intenta modificar su
conducta.
Así,
se rotula, reduciendo la complejidad de la vida psíquica infantil a un
paradigma simplificador. En lugar de un psiquismo en estructuración, en
crecimiento continuo, en el que el conflicto es fundante y en el que todo efecto
es complejo, se supone, exclusivamente, un "déficit" neurológico.
Nos
hemos encontrado con niños en los que se diagnostica ADD (o ADHD) cuando
presentan cuadros psicóticos, otros que están en proceso de duelo o han
sufrido cambios sucesivos (adopciones, migraciones, etc.) o es habitual también
este diagnóstico en niños que han sido víctimas de episodios de violencia,
abuso sexual incluido.
A
la vez, los medios de comunicación hablan del tema casi como si se tratara de
una suerte de epidemia, divulgando sus características y los modos de detección
y tratamiento. Se banaliza así tanto el modo de diagnosticar como el recurso de
la medicación. En el límite, cualquier niño, por el mero hecho de ser niño y
por tanto inquieto, explorador y movedizo, se vuelve sospechoso de padecer un déficit
de atención, aún cuando muchísimos de esos niños exhiben una perfecta
capacidad de concentración cuando se trata de algo que les interesa
poderosamente.
Sabemos
que los problemas de aprendizaje suelen ser motivos de consulta muy frecuentes y
que complican la vida del niño en tanto lo muestran como fracasado allí donde
se expone a la mirada social. El "no atiende en clase", aparece como
una queja reiterada de los adultos, que engloban con esa frase gran parte de las
dificultades escolares.
Hay
escuelas primarias en las que una cantidad alarmante de alumnos están medicados
por ADD sin que se formulen preguntas acerca de las dificultades que presentan
los adultos de la escuela para contener, transmitir, educar y acerca del tipo de
estimulación a la que están sujetos esos niños dentro y fuera de la escuela.
Es decir, se supone que el niño es único actor en el proceso de aprender.
Pensamos
que los niños que no pueden sostener la atención en relación a los contenidos
escolares, que no permanecen sentados en clase o que están abstraídos, como
"en otro planeta", expresan a través de estas conductas diferentes
conflictivas.
En
una época en que los adultos están en crisis, este tipo de tratamiento pasa
por alto la incidencia del contexto, a pesar de las investigaciones que
demuestran la importancia del ámbito en el que el niño se desenvuelve.
En
tanto el ser humano es efecto de una historia y un entorno, imposible de ser
pensado en forma aislada, tenemos que pensar también en qué situaciones, en qué
momento y con quiénes se da este funcionamiento. La familia, fundamentalmente,
pero también la escuela, son instituciones que inciden en esa constitución.
Instituciones marcadas a su vez por la sociedad a la que pertenecen.
¿Los
niños desatentos e hiperactivos dan cuenta de algo de lo que ocurre en nuestros
días?. Padres desbordados, padres deprimidos, docentes que quedan superados por
las exigencias, un medio en el que la palabra ha ido perdiendo valor y normas
que suelen ser confusas...¿incidirán en la dificultad para atender en clase?
Tampoco
se ha tomado en cuenta la gran contradicción que se genera entre los estímulos
de tiempos breves y rápidos a los que los niños se van habituando desde
temprano con la televisión y la computadora, donde los mensajes suelen durar
unos pocos segundos, con predominio de lo visual y los tiempos más largos de la
enseñanza escolar centrada en la lectura y la escritura a los que el niño no
está para nada habituado.
Por
todo esto es totalmente inadecuado desde el punto de vista de la salud pública
unificar en un diagnóstico a todos los niños desatentos y/o inquietos sin una
investigación clínica pormenorizada.
Así,
en las escuelas hay niños desatentos que se quedan quietos y desconectados,
otros que se mueven permanentemente, algunos que juegan en clase, otros que
reaccionan inmediatamente a cada estímulo sin darse tiempo a pensar... Un niño
que no atiende, que se mueve desordenadamente, generalmente atiende de otro modo
y a otras cuestiones diferentes a lo esperable. Y no puede ser englobado en una
entidad nosográfica única.
No
desconocemos la importancia de los trastornos neurológicos, de los desarrollos
actuales en neurología y del recurso de la medicación como privilegiado en
ciertas patologías. Pero consideramos que en este caso se atribuye a un déficit
neurológico no comprobable problemas muy diferentes.
Hay
consenso en la comunidad científica que lo que se denomina ADD/ADHD refleja
situaciones complejas, ligadas a diferentes patologías. Sin embargo, esto suele
no ser tomado en cuenta.
Pensamos
entonces que se agrupan con ese nombre múltiples expresiones del sufrimiento
infantil que merecen ser consideradas en su singularidad y tratadas teniendo en
cuenta su multideterminación.
Es
decir, la diferencia se da entre pensar que: a) una manifestación implica un
cuadro psicopatológico y una causa orgánica y que de ahí se deriva un
tratamiento o que: b) una manifestación puede ser efecto de múltiples y
complejas causas y que hay que descubrir cuáles son y por consiguiente, cuál
es el tratamiento más adecuado.
También,
hay oposición entre la idea de que el diagnóstico puede ser hecho por padres
y/o maestros, a partir de cuestionarios (como si fueran observadores no
implicados) y el sostener que todo observador está comprometido en lo que
observa, forma parte de la observación y que los padres y los maestros están
absolutamente implicados en la problemática del niño, por lo que no pueden ser
nunca "objetivos". (Ya a comienzos del siglo XX el físico Heisenberg
planteó que el observador forma parte del sistema). A la vez el cuestionario
utilizado habitualmente está cargado de términos vagos e imprecisos (por
ejemplo, lo que es “inquieto” para alguien puede no serlo para otro). Esto
último lleva a pensar que es imposible realizar un diagnóstico de un modo rápido
y sin tener en cuenta la producción del niño en las entrevistas.
Desde
nuestra perspectiva, nos encontramos con un niño que sufre, que presenta
dificultades, que esas dificultades obstaculizan el aprendizaje y que debemos
investigar lo que le ocurre para poder ayudarlo.
Es
importante también destacar que muchas veces lo que se considera no es tanto
este sufrimiento sino la perturbación que la conducta del niño causa en el
medio ambiente, por lo cual la medicación funciona como un intento de aplacar a
un niño que se "porta mal".
Aún
cuando los medios científicos hablan de las contraindicaciones de las
diferentes medicaciones que se utilizan en estos casos, llama la atención la
insistencia con la que los medios propagandizan el consumo de medicación como
indicación terapéutica privilegiada frente a la aparición de estas
manifestaciones.
Todas
las drogas que se utilizan en el tratamiento de los niños que presentan
dificultades para concentrarse o que se mueven más de lo que el medio tolera,
tienen contraindicaciones y efectos secundarios importantes, como el incremento
de la sintomatología en el caso de los niños psicóticos, así como
consecuencias tales como retardo del crecimiento.
En
diferentes trabajos, con respecto al metilfenidato, se plantea que:
-
No se puede administrar a niños menores de seis años.
-
Se desaconseja en caso de niños con tics (Síndrome de Gilles de la Tourette).
-
Es riesgoso en caso de niños psicóticos, porque incrementa la sintomatología.
-
Deriva con el tiempo en retardo del crecimiento.
-
Puede provocar insomnio y anorexia.
-
Puede bajar el umbral convulsivo en pacientes con historia de convulsiones o con
EEG anormal sin ataques.
Con
respecto a las anfetaminas en general, éstas han sido prohibidas en algunos países
(como en Canadá), además de ser conocida la potencialidad adictiva de las
mismas.
Con
respecto a la atomoxetina, se ha llegado a la conclusión de que produce (en
forma estadísticamente significativa):
-
aumento de la frecuencia cardíaca
-
pérdida de peso, pudiendo derivar en retardo del crecimiento
-
síndromes gripales
-
efectos sobre la presión arterial
-
vómitos y disminución del apetito.
-
No existe seguimiento a largo plazo
También
nos preguntamos, ¿la medicación dada para producir efectos de modo inmediato
(efectos que se dan en forma mágica, sin elaboración por parte del sujeto),
como necesaria durante largo tiempo, no desencadena adicción psíquica al
ubicar una pastilla como modificadora de actitudes vitales, como generadora de
un "buen desempeño"?.
Frente
al avance de la difusión de este "síndrome" y la posibilidad de
inclusión de la medicación en el PMO (Programa Médico Obligatorio), teniendo
en cuenta todo lo anteriormente expresado, los abajo firmantes, proponemos:
-
Que la evaluación de cada niño sea realizada por profesionales expertos en la
temática y que se le otorgue la posibilidad de ser tratado de acuerdo a las
dificultades específicas que presenta.
-
Que la medicación sea el recurso último (y no el primero) y que sea
consensuada por diferentes profesionales.
-
Que se tome en cuenta el contexto del niño en la evaluación. La familia, pero
también el grupo social al que el niño pertenece y la sociedad en su conjunto,
pueden facilitar o favorecer funcionamientos disruptivos, dificultades para
concentrarse o un despliegue motriz sin metas.
-
Que se acote en los medios la difusión masiva de la existencia del trastorno
por déficit atencional (cuando es un trastorno sobre el que no hay acuerdo
entre los profesionales) y, sobre todo, el consumo de la medicación como solución
mágica frente a las dificultades escolares.
Participaron en distintas etapas y niveles en la elaboración de este
documento los siguientes profesionales:
Silvia Bleichmar
Beatriz Janin
Ricardo Rodulfo
Marisa Rodulfo
Jorge
Garaventa
León
Benasayag
Jaime
Tallis
Juan
Carlos Volnovich
Mónica
Oliver
José R. Kremenchusky
Mario Brotsky
Héctor Vázquez
Marilú Pelento
Sara Slapak
Isidoro
Gurman
Estela
Gurman
María
Cristina Rojas
Sïlvia
Pugliese
Gisela
Untoiglich
Miguel
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Isabel
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