Ciclo
Pensar Cromañón
Cromañón y Después
Jorge
Garaventa
María se fue contenta del
consultorio. Eran las 4 de la tarde, un par de horas después iría a juntarse
con Román, y de allí al mágico ritual del encuentro con su grupo. No hacía
tanto de Excursionistas, pero cuando uno lleva su música en la sangre apenas
unas semanas suenan a una enormidad.
A las 21.50 se fue mi última
paciente. Relajadamente apagué las luces, cerré todo y me fui. Ya no trabajaba
hasta el año siguiente. Una sensación de bienestar y alegría iba creciendo.
Desde el 2001 las fiestas habían sido bravas pero este año
la cosa apuntaba de otra manera. Un presidente sensible, campechano, casi
como uno, bastante esperanza, algo mas de circulante, y el espíritu navideño
que rondaba entre nosotros.
Recorrí Bulnes lentamente
a marcha taxi desocupado. Quería beber toda esa noche hermosa y doblé en
Bartolomé Mitre. Ahora si mi casa estaba a un paso. No atendí demasiado al
patrullero que cortaba Anchorena porque
yo doblaba unos metros y ya estaba. Parsimoniosamente recorrí las cocheras
hasta el ascensor y transite serenamente los 16 pisos. Como de costumbre toqué
timbre. Para mi empezaba el festejo de fin de año. Pero los rostros que me
abrieron estaban a contramano de mis sensaciones. “No se, algo horrible está
pasando ahí abajo” dijeron. Lo que vi desde mi balcón me quebró esa sonrisa
fácil que ostentaba y que aún hoy no he logrado soldar ni rearmar en su
espontaneidad. Eran las 11 de la noche del 30 de diciembre de 2004...
El 31 de diciembre Once
estaba de duelo. No hubo fuegos de artificio. Apenas unas horas después de la
masacre familiares, sobrevivientes y amigos erigían el santuario, esbozaban los
primeros conatos de organización y realizaban la primera marcha que con
claridad meridiana apuntaba a los responsables. Ibarra se reunía con los dueños
de los boliches, proclamaba que Cromañón estaba en regla, se desentendía de
la suerte de las víctimas y proclamaba que el único responsable era el
irresponsable que había encendido la bengala. No había sorpresas, antes que el
ahora destituido culpara a las víctimas de su propio cadalso, Once, Rivadavia y
Avenida de Mayo sentían rebotar en sus paredes la consigna que resumió el eje
de coincidencias de la construcción del movimiento Cromañón: “ni una
bengala, ni el rocanrol, a nuestros pibes los mató la corrupción”. Este fue
el punto de partida de la gestión de una de las construcciones políticas mas sólidas
que se gestaron luego de la retirada de la dictadura. Ya sabíamos que con la
democracia no siempre se comía y no siempre se estudiaba. Ahora sabemos que a
veces también se mata en democracia y que si la responsabilidad salpica a
alguno de los integrantes del progresismo las corporaciones pondrán en marcha
los anticuerpos que garanticen impunidad. En
algún momento les supusimos comunidad ideológica. A poco andar supimos que la
ideología era apenas una fina fachada mirando tras la cual se evidencian
negociados de dinero, de espacios de poder, frecuentemente de ambos.
Estábamos en enero de
2005, el presidente prolongaba sus vacaciones y su incomprensible silencio en
sus paradisíacas posesiones del sur. En privado se le sugería a Ibarra
aguantar el chubasco unas semanas, hasta que la masacre empezara a ceder los
primeros planos de los diarios y los familiares a realizar sus duelos en la
intimidad, como lo pretendían prestigiosos opinólogos y encumbrados pensadores
del buen decir.
El sistema sufría un
terremoto en su propio lote y reaccionaba de la peor manera; chapucera y
cobarde. El movimiento Cromañón iba sembrando organización y pensamiento a la
vez que se parían las primeras manifestaciones culturales. Porque si hay algo
que el movimiento Cromañón mostró a la sociedad fue la variada creatividad cultural- artística para expresar
los reclamos de justicia donde las marchas son la principal manifestación pero
están lejos de ser las únicas.
El progresismo, los medios
de comunicación masiva y los organismos de derechos humanos ligados al gobierno nacional y porteño fueron
impiadosos ante la resistencia a la resignación que exigían a aquellos a
quienes se les había arrebatado las jóvenes vidas de familiares o amigos.
Decíamos que Cromañón
produce pensamiento desde el comienzo, y hablamos de un pensamiento con efecto
concreto en la realidad cotidiana. Efecto de posicionamiento político, formas
de pararse ante la coyuntura. Aquello que en los 70 denominábamos praxis.
Algunos ejemplos: la
consigna que antes citamos: “ ni una bengala, ni el rocanrol, a nuestros pibes
los mató la corrupción” , es de una claridad meridiana. Define campos de
lucha. Direcciona el proceso hacia los responsables últimos. Aceptar la
invitación de Ibarra de centrarse en el “irresponsable” que arrojó la
bengala es anodino y estéril. Con relación al esclarecimiento de la masacre
el silenciamiento de las denuncias de toda la maquinaria de recaudación
armada a través de los espectáculos públicos. Y hacia dentro de Cromañón la
intencionalidad es doblemente perversa: “arréglense entre Uds. porque el
responsable es algún muerto o algún sobreviviente”. Difícilmente pueda
elaborarse alguna herramienta de desmovlización más retorcida. Ibarra lo hizo.
De la misma forma, y en la
misma dirección se actúa cuando se centra la cuestión en la cultura del
rocanrol o el aguante roquero. Cromañón era la muerte anunciada de la crónica.
La cultura del rock y sus rituales de muerte iban a lograrlo tarde o temprano.
Pavada de disculpa hacia toda la corruptela político- policial- empresarial que
posibilitó la masacre. Página 12 lo hizo.
Por supuesto que ambos
temas pueden ser líneas de análisis, e incluso judicialmente de investigación,
pero colocarlas como el eje de la cuestión pretende sencillamente distraer la
atención del carozo corrupto.
Cromañón provocó
reacciones en el progresismo que,
como dijimos antes, reaccionó con espíritu de cuerpo para salvar su
integridad, su gobierno, y sus negociados. Cromañón puso en pensamiento estas
actitudes: “ el fascismo es una forma de conducta que puede anidar tanto en la
derecha, como en la izquierda, como en el centro”. El juicio político a
Ibarra , además de mostrar las más indecentes bajezas permitió ver que todas
las ideologías tienen precio en dinero o en espacios políticos.
¿Antes de la masacre,
alguien suponía que quien había arrastrado el estigma de loca de plaza de mayo
por reclamar por la vida de sus hijos podría llamar delincuentes o golpistas a
aquellos que bregan por justicia ante la muerte de los suyos?. ¿ Estábamos
cerca de imaginarnos que esta misma dirigente, consumado su denunciado “golpe
de Estado” se sentaría en la primera fila en la ceremonia de asunción del
beneficiario del proclamado golpismo?
Finalmente, y seguimos señalando
Cromañón como productor de pensamiento., definir como masacre lo ocurrido el
30 de diciembre tiene efectos políticos, sociales y terapéuticos.
Hablar de masacre es un
punto de llegada al que hemos arribado
conceptualmente quienes
trabajamos con los familiares de las víctimas y que
tiende a hacer una
diferencia con otras denominaciones que
suelen acuñarse,
tal como tragedia,
accidente o catástrofe.
Distintas connotaciones
adjudicadas a los hechos determinan diferentes
escuchas.
Las constelaciones psíquicas
que se ponen en juego son distintas según el
familiar suponga que la pérdida
del ser querido obedezca a un accidente, que
se hubiera evitado con un
poco mas de prevención pero que la confluencia de
determinados factores
finalmente lo provocaron, a una tragedia, que debía
ocurrir de cualquier modo,
o a una masacre que como en el caso de Cromañón
reúne la desidia y
corrupción gubernamental, la descontrolada avaricia
empresarial y el
irresponsable ansia de fama de los músicos.
Esto determinó otra cuestión
que no es un tema menor en los procesos
psicoterapéuticos, que es
el rol protagónico que cumple la reivindicación en
busca de justicia.
Decimos en cuanta
oportunidad tenemos que el campo de los sobrevivientes es un campo minado.
Escuchamos perplejos que en algunos servicios públicos de asistencia psicológica
se habla de altas. ¿ Altas en 32 meses, y en un proceso de despreocupación
social por el tema, descuido hacia los sobrevivientes e impunidad hacia los
responsables? Permitanme desconfiar. Después de todo tenemos antecedentes como
la denuncia del Dr. Juan Carlos Volnovich a quien se le ofreció desde el gobierno el
armado de un dispositivo terapéutico de dispersión en consultorios privados
que apunte a la desarticulación de vínculos entre afectados.
Los efectos de Cromañón
son una bomba de tiempo en el seno de la sociedad
que, lo hemos advertido en
reiteradas ocasiones, puede estallar en cualquier
momento.
Los familiares y
sobrevivientes se cuentan de a miles y se sabe,
como es clínicamente
esperable, que hay una crisis que puede ir madurando
durante meses hasta que en
algún momento estalle.
La realidad con que nos
encontramos es alarmante, jóvenes portadores de
severas crisis en ciernes,
negada, escondida o sencillamente suspendida.
Chicas y chicos que no
volvieron a salir de su casa mientras el entorno familiar lo juzga como una
actitud cuidadosa luego del riesgo corrido, grupos de amigos desmembrados por la
muerte que no han logrado aún dar cauce al horror.
En cada lugar de Bs. As se
practican rituales reparatorios, una leyenda en
tal escuela, un homenaje en
tal estadio, un árbol en tal plaza, las murgas, las fotos....los rituales son
necesarios decía El Principito, pero no alcanza diría Freud. El monumento
recuerda el dolor por la víctima, no lo cura. Aunque sin duda la lucha es terapéutica.
Hay daños gravísimos que
ya están entre nosotros. Miles de jóvenes no saben aún la intensidad del daño
físico. Nadie está en condiciones serias de pronosticar expectativa de vida
para muchos de los que tienen su aparato respiratorio seriamente comprometido.
Algunos no han salido de
sus casas desde aquel momento y repiten cada noche la angustia de verse
transportados en sus sueños al escenario de la masacre.
Al no haber antecedentes
entre nosotros y no tantos en el mundo, poco se sabe del desenlace posible de
aquellos que, recién asomados a la vida, pasaron por el terrible dolor de ver
morir a sus amigos, a sus conocidos y a sus hermanos.
Como muchos pensamos, como
ellos dicen, para los sobrevivientes nunca mas la vida será igual. Demasiado jóvenes
han soportado un abrazo del horror que tardará años en ser procesado.
Se han visto las
deficiencias en todos los sectores de la salud que debían responder a en la
emergencia, se han escuchado barbaridades de parte de responsables de los
operativos que muestran un desprecio hacia la vida de los jóvenes y a su propia
responsabilidad, tal como : “el operativo fue un éxito porque solo murieron
193 personas” y “es imposible responder eficientemente para atender mas de
200 demandas”
Pero lo cierto, que en todo
caso es lo que mas nos ocupa en este escrito es que Cromañón ha dejado una
bomba activada que hay que salir a buscar. Los servicios psicoterapéutico
fundamentalmente tendrán que registrar las ausencias y deserciones como una
alarma que no hay que desatender.
Habrá que estar alertas a
los falsos equilibrios y afinar las herramientas porque aquí habrá situaciones
que hagan eclosión a largo y mediano plazo.
Como decíamos en un artículo
hace un tiempo: 200 muertes evitables, 200 muertes por la fatídica concurrencia
de desidia, irresponsabilidad y corrupción exigen a quienes tenemos
posibilidades de intervenir que confrontemos y afinemos nuestras herramientas
porque el horror está hoy pero el futuro no promete mucho mejor para esta
generación de jóvenes y niños para mucho de los cuales la sobrevivencia es
una pesada carga.
El movimiento Cromañón ha
realizado en estos días la marcha por los 32 meses. Si bien no hay un registro
exacto es posible pensar que se llevan realizadas largamente mas de 50. Son
escasos los movimientos de esta naturaleza en el mundo que han logrado semejante
continuidad efectiva. Sostener durante tanto tiempo la convocatoria sin haber
suspendido ninguna marcha habla de un proceso de organización altamente
respetable y efectivo.
Como ocurriera durante la
dictadura con los movimientos de derechos humanos Cromañón fue gestando distintas organizaciones de
familiares, sobrevivientes y amigos que se conformaron según diversos factores,
ubicación geográfica, afinidad, ideológica y otros varios. Lo que fue
claramente entendido y explicitado en los casos de los organismos de DDHH es una
de las herramientas de descalificación por parte del sistema. Nunca se dice que
los grupos confluyen desde hace 29
meses en una reunión general de articulación de actividades en las que solo
excepcionalmente han debido votarse decisiones ya que lo que prima es la
necesidad de llegar a un consenso. Nada de eso se escucha en los medios. Lejos
de eso, se subraya la desunión reinante, lo que habilita entonces a no dar
cuenta de las producciones políticas y culturales que se han gestado y de las
cuales este ciclo forma parte.
Lamentablemente no nos da
el tiempo pero al menos señalo la importancia que han tenido los grupos
virtuales, Justicia por La Masacre de Cromañón, creado por Inés Abripa y
Mercedes Villanueva, Los Pibes de Cromañón, por Fabián García Redín y
Pensar Cromañón, por quien habla. Espacios que fueron referentes de organización,
pensamiento y debate. Los dos últimos confluyeron en el primero, reconociendo
la esencia de origen, de haber nacido en el corazón mismo del movimiento. Hubo
jornadas memorables como la del día que Chabán salió libre en las que el foro
posibilitó la rápida, contundente y masiva comunicación que se coronó en una
impresionante movilización donde, una vez mas, los familiares, sobrevivientes y
amigos fueron apaleados por la policía.
Como se ha dicho por ahí, Cromañón
es el hecho maldito para el progresismo porque mostró con crudeza que de frente
se pueden lucir las mejores sedas pero de espaldas las nalgas al aire y la cola
sucia. Muchas gracias!
Buenos Aires, agosto de 2007